Los próximos días serán los más difíciles para el establecimiento en el que se sirve comida caliente en una de las colonias de mayor tradición en la capital poblana para una clientela que ya se hizo añeja.

Los comensales que a diario frecuentan sus mesas y llenan de bullicio el local desaparecieron. En lugar del ajetreo de todos los días, ahora puebla el silencio y las caras largas.

La fuente de empleo para seis personas -y sus familias- está asegurada, porque la propietaria ideó un esquema a vacaciones anticipadas y salarios reducidos para no asfixiar el pequeño restaurante, mantener a flote el negocio los puestos de trabajos y la esperanza de que el periodo de contingencia pase lo más pronto posible.

Así se encuentran al menos 150 establecimientos del sector, según me narró en el programa Parabólica.mx la presidenta de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados, Olga Méndez Tenorio.

Ver y vivir en primera persona el páramo en el que se ha convertido el lugar en el que desde hace seis años se ha visto florecer un proyecto de vida familiar obliga a ubicar en una dimensión más justa las palabras de la presidenta del gremio restaurantero. 

La cuarentena a la que obliga la contingencia epidemiológica por la aparición del Coronavirus puso a prueba toda actividad humana, entre ellas la planta productiva que por lo pronto en Puebla obligó a la publicación de un decreto que orilla al empleador a lo imposible.

La drástica reducción en la demanda de productos y servicios asociada a la especulación en el mercado y el incremento de productos de consumos general han hecho crujir la frágil estructura sobre la que descansa la economía.

La crisis derivada del padecimiento asiático coloca a cada quien en el lugar que siempre ha ocupado con una salvedad, en medio de la urgencia y el miedo, cada quien es más visible, con sus miserias y sus virtudes.

La rapiña y la solidaridad se pueden observar por igual, en grandes y pequeñas dimensiones de las firmas empresariales, independientemente del giro al que pertenecen.

Los gobiernos federal y estatal, ambos de izquierda, están obligados a ser consecuentes con los empresarios y empleadores que están dando hasta lo último para sostener el aparato productivo, las fuentes de trabajo y la generación de economía.

Atrasar medidas de contingencia económica, apoyo a quien se lo ha ganado por la buena, sólo los hará comparables con los gobernantes que los precedieron y que se distinguieron por el despilfarro, el latrocinio y la adicción al dinero fácil.