Hace dos semanas que se encontró el ex gobernador de Puebla, Mario Marín Torres y un actor de reparto, segundón en las tramas de poder de nombre Jesús Luévano Escalona, en un comedero en el municipio de Atlixco.

Se trata de la primera aparición en público desde abril de 2019 del último mandatario de militancia priista que tuvo Puebla. Fue quien entregó el poder al panista Rafael Moreno Valle en 2010 y por lo que su cachorro y candidato de entonces, Javier López Zavala acusó haberlo sacrificado en esa contienda.

El encuentro entre ambos personajes tiene múltiples interpretaciones y dudas sobre la veracidad de que el priista en verdad es buscado por autoridades federales por el nuevo proceso que se le sigue por el presunto delito de tortura en contra de Lydia Cacho Ribeiro, autora de Los Demonios del Edén en 2005.

Luévano Escalona había apoyado en Atlixco a la panista Martha Erika Alonso Hidalgo desde el año 2017 y en la contienda ordinaria de 2018, pero luego algo cambió en su peculiar forma de ver la política y los negocios.

Su proyecto personal había sido regresar a la función pública en una administración emanada de Acción Nacional, pues ya había sido secretario de Obra Pública en la gestión del neopanista Héctor Ortiz, en Tlaxcala, gobierno marcado por la sospecha de corrupción y construcción de obras innecesarias.

En 2019 el constructor y político presumió a un grupo de cercanos tener la posibilidad de convertirse en el empresario consentido del gobierno de Luis Miguel Barbosa, en donde tenía un puente de plata: Fernando Manzanilla Prieto, diputado federal con licencia y secretario general de Gobierno, según narró en un artículo Eduardo Sánchez, publicado en el sitio todopuebla.com.

En enero de 2020, Jesús Luévano llevó al entonces funcionario a la Plaza de Toros México, en donde su ahijado, el matador José Luis Angelino brindó el cuarto de la tarde a quien luego se convertiría en el servidor público más repudiado por sus encuentros con el presunto delincuente Eukid N., y una larga lista de detractores del gobernador Barbosa.

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Entre la lista de personajes que siguen fieles a Manzanilla Prieto y Luévano Escalona que buscan la desestabilización del gobierno del gobierno morenista en Puebla está la ex diputada panista Violeta Lagunes, qué pasó de ser fiel seguidora de Morena a feroz detractora cuando se le cerró la puerta para ser candidata a la presidencia municipal de la capital.

Operó para Eukid N., la camaña que en 2019 decía ‘AMLO si, Barbosa no’ y mantiene aún cercanía con el ex edil de la capital, el priista Enrique Doger Guerrero, otro de los afectados por la aprobación de la nueva Ley de Educación.

Violeta Lagunes aún agita las aguas en Atlixco, según evidencias gráficas en poder del columnista y también está otro personaje de nombre Mauricio Arturo Cruz, excandidato suplente por el Movimiento Ciudadano a diputado local en la Ciudad de México.

El contexto en el que ocurrió el encuentro Mario Marín y Jesús Luévano no puede ser sólo el de dos personas que se dan cita para socializar, hablar de toros y las familias y las delicias de Atlixco.

El priista buscará influir en el PRI antes y durante el proceso de 2021; el segundo sigue siendo el operador en la región de Atlixco para Manzanilla Prieto, que tiene metidas las manos en todos los partidos, incluido en Morena, a través de un aliado callado y de bajo perfil, Rodrigo Abdala.

La BOA (Bloque Opositor Amplio) a la poblana, más allá de ser una expresión para la picaresca dejó de ser leyenda urbana. Tiene rostro, nombre y apellido.