Las decisiones y desaciertos de “expertos” en salud, economía, seguridad, energía, agricultura, turismo y medio ambiente nos han llevado a donde hoy estamos.
Sin escuchar y poseedores de una llamativa vanidad, esos “expertos” tienden a sobrestimar sus propias habilidades y a desconocer las de los demás, cerrando con ello el círculo de incompetencia gubernamental que tiene sumido a México en una grave situación social.
Con particular saña, esos “expertos” han prescindido de capital humano que engrandecía el trabajo de las instituciones públicas construidas por los gobiernos del PRI, rechazando tajantemente cualquier repercusión negativa en los servicios, supervisión y derechos que debe garantizar en todo momento el gobierno del Estado Mexicano.
Pero los incompetentes expertos no solo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones equivocadas, sino que su propia incompetencia les impide darse cuenta de su realidad, perpetuándose en el error.
Errores que salen muy caros a la sociedad mexicana, pues ante la insuficiencia en la atención médica y de medicamentos, pérdida de empleos y de inversión, aumento de la criminalidad y de los feminicidios, cancelación de proyectos de energía renovable y no contaminante, eliminación de apoyos para el campo, pérdida de atracción turística, así como falta de estudios de impacto ambiental en proyectos gubernamentales de infraestructura, las y los mexicanos se enfrentan a servidores públicos que no solo no resuelven problemas, sino que agreden, amenazan y no corrigen un ápice sus erróneas decisiones.
En la nomenclatura oficialista de Morena no existe un ápice de autocrítica ni mucho menos de reconocimiento de que se han cometido graves errores que van en contra del interés nacional.
Ante ese errático comportamiento, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se posiciona como la opción de gobierno sensible y permeable a todas las voces; como una fuerza política en cuyo interior tienen cabida las más diversas corrientes del pensamiento y la acción en sus numerosos gobiernos locales se nutre y potencia gracias a la participación de otros partidos políticos y de grandes mujeres y hombres capaces que buscan beneficiar no a un partido, sino servir a la Nación.
El PRI es el partido democrático por excelencia del México del siglo XXI, pues sin chistar y sin dobleces ha reconocido sus errores y sus derrotas cuando el electorado no lo ha favorecido con su voto, pero sobre todo ha sido ejemplar, abierto e incluyente cuando la preferencia ciudadana lo ha distinguido con el triunfo y la responsabilidad de ser gobierno.
El PRI no solo ha promovido las reglas democráticas de competencia electoral, sino que las ha acatado, las ha observado y las ha defendido en todo momento desde la oposición, pero sobre todo desde el poder público.
Quien se ostente como un gobierno perfecto está tratando de ocultar sus grandes limitaciones y sus graves errores, pero al pueblo de México no lo engaña nadie.