La revista Mujer Ejecutiva publicó una semblanza de Dulce Silva, empresaria originaria de Huamantla, heredera de un emporio familiar de alimentos procesados con presencia en una veintena de entidades del país.

Destaca por las aspiraciones políticas de las que se hace acompañar de su esposo, el coordinador general de Política y Gobierno, César Yáñez, el poderoso colaborador del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Dulce Silva radica en Puebla y no es exactamente cantera del movimiento que llevó al líder de Morena a ocupar la responsabilidad que ostenta desde Palacio Nacional. Pero goza de la cercanía de su marido, a quien aún lo ven hablar al oído del tabasqueño.

Silva y Yáñez cobraron notoriedad por la publicación de una portada en la revista ¡Hola!, luego del enlace nupcial que la propia pareja decidió publicitar a finales de septiembre de 2018, cuando López Obrador era aún presidente electo. Lo que pareció un afán de compartir un pasaje feliz con la sociedad mexicana, podría parecer ser un desliz en el terreno político.   

Ella es aspirante a la gubernatura de Tlaxcala, a la que también aspira Lorena Cuéllar Cisneros, un experimentado cuadro de Morena y heredera de una familia de notable presencia en la arena política, sobrina de Joaquín Cisneros Fernández.

Los desaires que Cuéllar Cisneros padeció en el PRI la llevaron a hacer tarea en otras ofertas, como en Morena. El activismo desarrollado en el ámbito público la colocan como una candidata natural, pues posee un nivel de conocimiento bastante ventajoso respecto de otros perfiles.

Ambas mujeres se encuentran en la antesala de ser nominadas. La decisión deberá ser tomada en palacio nacional, como dictan usos y costumbres de una clase política de la generación del presidente de la República: el dedazo.

Silva ha desplegado un activismo propio de una aspirante. Sus publicaciones en redes sociales apuntan a ese derrotero. Sin embargo, va cuesta arriba, no sólo por el episodio de la revista del corazón, sino por el poco conocimiento conseguido.

El periodista Juan Luis Cruz en Tlaxcala escribió en agosto pasado que ese diagnóstico le fue entregado. “...la empresaria se decantó por matar al mensajero que le dio el diagnóstico de sus exiguas fortalezas y de sus múltiples debilidades y en cambio, dio alas a sus ilusiones de gobernar el estado”, escribió en su columna Sin Censura.

El episodio que ahora viven las familias tlaxcaltecas con la designación de esa candidatura asemeja al que se vivió a mediados de la década del año 2000 cuando otro personaje de la izquierda decidió imponer como candidata a su consorte, que se tradujo en la derrota del partido en el poder en turno.

Se trataba de Alfonso Sánchez Anaya, gobernador por el Partido de la Revolución Democrática que encontró en Maricarmen García el Waterloo de esa batalla cuando la impuso en la candidatura a gobernadora.