La rebeldía se caracteriza por el desafío a la autoridad y por la resistencia a un orden establecido. Para el escritor Víctor Gay Zaragoza, ser rebelde significa que una persona ha pensado por sí misma, se ha sensibilizado con lo que le rodea y se muestra valiente para expresar su desacuerdo.
Ser taurino es un acto de rebeldía.
José Antonio Albarrán en su ensayo “La Tauromaquia frente a la modernidad”, nos recuerda el discurso que Octavio Paz pronunció en la ceremonia en la que le otorgaron el premio Nobel de Literatura. El poeta denunció los problemas que enfrentaba el hombre ante la modernidad: “hemos causado daños tal vez irreparables al medio natural y la especie misma está amenazada […] El tema del mercado tiene una relación muy estrecha con el deterioro del medio ambiente […] Ninguna sociedad había producido tantos desechos como la nuestra. Desechos materiales y morales.”
La modernidad es el despliegue del Capitalismo, la ciencia newtoniana y la epistemología cartesiana. La modernidad representa la fe en la Razón y tiene como sustento teórico la idea de progreso, la sistematización, la jerarquía y el dominio.
La realidad ha demostrado que la ciencia y la tecnología no se traducirá en el perfeccionamiento de nuestras condiciones de vida o en la idea de que todo futuro será mejor. La modernidad, además de técnica, ha traído calentamiento global, sequías, extinción de especies, pandemias y un sinfín de productos que ofrecen los mercados para satisfacer necesidades artificiosamente creadas.
En días pasados tuve la suerte de visitar un par de ganaderías en los Altos de Jalisco y comprobar que la tauromaquia se rebela contra la modernidad, la sociedad de consumo y la pérdida de la conciencia histórica.
En la tauromaquia se respeta la naturaleza del toro. Cada animal dispone de una extensión amplia de terreno. Gracias al toro bravo estos espacios son auténticas reservas ecológicas de incomparable riqueza de flora y fauna. La crianza de toros es una protección a la biodiversidad y una defensa del respeto a la naturaleza de los animales.
Vivimos en uno de los países más contaminados del mundo. Ante ello –como lo explica José Antonio Albarrán– los movimientos ecologistas y animalistas dominantes en redes sociales se han limitado dividir la opinión creando odio mediante información imprecisa o fraccionada. En cambio, el campo bravo mexicano representa una resistencia contra el avasallamiento del progreso tecnócrata que persigue incansables beneficios económicos con nula visión medioambiental.
La tauromaquia constituye una respuesta ante el calentamiento global y la destrucción de los ecosistemas.
El mayor acto de rebeldía que podrían realizar alguien harto de la sociedad de consumo y con consciencia ecológica sería acercarse al mundo taurino. Como nos invita José Antonio Albarrán, enseñémosle a los jóvenes “las bondades del campo bravo mexicano y la pérdida invaluable e irreparable que representaría la desaparición de esta actividad, no solamente para la cultura, sino para el bienestar mismo de la Tierra”.