A la cualidad de lo que viene gratis se le llama gratuidad. Es el carácter de aquello que nace de un modo incondicional y libre, de una iniciativa sobreabundante. Para los creyentes, es gratuito el amor de Dios. En economía, se le llama gratuidad cuando se ofrece un bien o servicio sin contraprestación, es decir, probono: en beneficio de los demás.
En la encíclica Caritas in Veritate, Benedicto XVI propuso introducir una nueva lógica en la economía: la lógica de la gratuidad y del don como expresión de fraternidad. Ante la desigualdad y las injusticias que se viven en el mundo actual, Benedicto XVI planteó tener relaciones verdaderamente humanas, que no fueran sólo un instrumento para fines de beneficios económicos o de mera eficiencia productiva. La gratuidad para el Santo Padre es algo similar a lo que Kant expresaba con el concepto de “dignidad del hombre”: un ser humano no tiene precio, pero sí dignidad.
Un ejemplo de este concepto lo vivimos en Puebla en noviembre de 1988, cuando José Ángel López Lima le regaló a la ciudad una plaza de toros: El Relicario.
José Ángel fue un hombre sencillo, emprendedor y extremadamente generoso. De origen humilde, empezó su vida de comerciante, de niño, vendiendo paletas. Tenía una gran visión empresarial y fue un hombre de mucho trabajo. Con los años, gracias a su esfuerzo y talento directivo se convirtió en un magnate en la comercialización internacional del café.
En Puebla no había plaza de toros. Se organizaban corridas en improvisadas plazas portátiles. Así que José Ángel decidió construir El Relicario y donárselo a la ciudad. Esa acción cambió la historia taurina de Puebla y transformó la vida de muchas personas. Gracias a El Relicario se activó la economía de la ciudad, se dinamizó el turismo, proporcionó entretenimiento, pero sobre todo, le permitió a mucha gente soñar. Porque el toreo es como la fantasía que hace soñar a los niños que son héroes y no la realidad que despierta al adulto cuando revisa su cuenta bancaria. El toreo nos recuerda que para querer vivir es preciso imaginar y soñar.
La semana pasada leímos dos tristes noticias. La primera, la muerte de don José Ángel López Lima a la edad de 78 años. Y la segunda, el anuncio de la alcaldesa de Puebla, Claudia Rivera Vivanco, de intentar a toda costa prohibir las corridas de toros en su municipio. No hubo argumentos, la declaración de Rivera Vivanco está cimentada en la ignorancia, a través del oportunismo político, intentando desviar la atención de los errores de su gobierno.
Dos modelos opuestos: José Ángel un ejemplo de gratuidad, de amor a la ecología y a la dignidad de los seres humanos; Claudia, política oportunista, visceral que, para esconder sus fallas, busca destruir la cultura mexicana.