Se nos advirtió y no quisimos escucharlo. En las últimas semanas descuidamos demasiado las medidas de sanidad para evitar los contagios y en consecuencia aumentaron los casos de infectados, hospitalizados y hasta muertos en Puebla.

Es cierto que los aires fríos de noviembre fueron otro factor y por ello el escenario podría empeorar.

En los últimos días, los poblanos hemos insistido en salir de nuestras casas para hacer las compras navideñas. Lo mismo se ha visto aglomeraciones en los centros comerciales, que en las principales calles del Centro Histórico, en los restaurantes o en las cadenas de comida rápida.

¿Cuántas de estas personas que comparten, literalmente, el aire con los demás paseantes llegan a su casa e inmediatamente, antes siquiera de saludar, se quitan los zapatos, la ropa, desechan correctamente su cubrebocas y se meten a bañar?

¿Cuántos de ellos desinfectan las bolsas, cajas o empaques de los productos que adquirieron para decorar o para compartir con sus seres queridos?

Es verdad que la navidad es una de las fiestas más comerciales y en ello radica gran parte del riesgo, otra fecha de altísimo peligro es el próximo sábado 12 de diciembre.

En Puebla y en México, la fe guadalupana y las tradiciones religiosas son costumbres arraigadas tanto en las poblaciones como en las grandes ciudades. Sin embargo, este año, evitar las peregrinaciones o las misas presenciales serán la única manera reducir los riesgos de contagio, por el contario, participar en las coloridas celebraciones puede ser sinónimo de una solitaria y terrible hospitalización o hasta una sentencia de muerte.

En este contexto se inscribe parte de la declaración que ayer realizó el gobernador Miguel Barbosa, quien aseveró que el semáforo Covid de Puebla dio un paso atrás y regresó al naranja, independientemente de que la federación nos mantenga en amarillo.

 

 

 

 

 

El anuncio no es menor. No sólo se trata de uno u otro tono. Tiene que ver con las medidas que desde el gobierno se tomarán y que podrían presentarse este viernes para que nuevamente redoblemos las precauciones que habían permitido que el estado se mantuviera con una cantidad de contagiados relativamente baja.

Es verdad que todos estamos cansados de mantenernos nueve meses en casa, de lavarnos las manos cada 5 minutos, de usar cubrebocas, de desinfectar las bolsas del súper, de lavar los zapatos y la ropa cada que regresamos de la calle, de no poder visitar a nuestros padres o de siquiera ir libremente a comer o tomar una cerveza, pero en ello, literalmente estamos poniendo la vida.

Los anuncios y decretos gubernamentales poco podrán lograr si cada uno de nosotros no hacemos la parte que nos corresponde, si insistimos en “ir aquí a la vuelta”, “salir un ratito”, “ir a casa de mis familiares”, no habrá infraestructura hospitalaria ni médicos suficientes para que nos atiendan cuando el virus nos alcance, porque nos alcanzará.

La buena noticia es que el tema de la vacuna, aunque tarde, pero llegará. Aún tardaremos un año o más en poder inmunizar a la mayoría de la población, pero es muy factible que en 2021 volvamos a las calles en una navidad no tan lejana, para disfrutar de lo que hoy nos privaremos, y volverán las luces, los adornos y los brindis.

Mientras tanto, hoy la única misión es comprometernos con nuestra salud y la de los nuestros. Hasta entonces, no podemos olvidar que cuidarnos del virus, es un trabajo de tiempo completo.