Lo conocí hace poco más de 30 años.

Llegué como reportero de la sección de policial, en ese entonces, al primer edificio de la Procuraduría General de Justicia (PGJ), en la 31 Oriente y Boulevard 5 de Mayo.

Él estaba recién desempacado de lo que fue el Departamento de los Servicios Especiales de Investigación (SEI), donde fue el último director, porque con la llegada del gobernador, Mariano Piña Olaya, desapareció ese grupo, dependiente de la Policía del Estado.

Eran los temibles SEI, que tan sólo con el nombre hacían temblar a más de un delincuente.

Me refiero a Don Roberto González Silva, "El Jefe Rober" para los amigos y también para los enemigos.

Fueron 35 años al servicio de la investigación de delitos, muchos de alto impacto, 25 años más como jefe de seguridad en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y ni las balas ni las mentadas de madre, ni siquiera los golpes de la vida pudieron doblar al amigo, al policía.

El Covid se lo llevó en sólo 10 días.

Maestro de muchos, muchos policías, la gran mayoría que alcanzaron el cargo de comandantes, conocieron al: “Jefe Roberto", quien durante tres administraciones de gobierno ocupó el cargo de Subdirector de la Policía Judicial del Estado. Siempre con la mano derecha extendida para saludar y la izquierda lista para reventar un cachetadón, que más de un delincuente recibió.

Al finalizar sus labores como director de los SEI, "El Jefe Roberto", fue habilitado de inmediato como titular de la Sexta Comandancia, donde de inmediato incorporó a sus colaboradores cercanos, creando un grupo tan cerrado, cercano y con experiencia, que esclarecieron delitos que en ese entonces impactaron a los poblanos.

Justo en esa época comandantes de excelente investigación y presencia, como José Silverio Ortega y otros más, formaron una corporación de verdaderos investigadores, quienes con escaso o nulo equipo, lograron no sólo esclarecer delitos de alto impacto, sino que además detuvieron a peligrosos delincuentes.

De las anécdotas que se cuentan

Como la del 7, 14 y 21, que no eran otra cosa que una buena copa enemigo de una jugada de cubilete.

El que sacaba el número 7 era quien, a la hora del amigo, se tenía que tomar una copa, el que sacaba el 14 era quien la pedía pero al barman, ordenando que le pusiera de variados licores y el 21 la pagaba.

Y todo al final se terminó

Don Roberto González Silva, no sólo colgó el saco, también guardó su arma de cargo en su fornitura y dejó todos sus informes en el baúl de los recuerdos.

El miércoles 6 de enero, a las 12 horas el Covid se llevó a "El Jefe Roberto".

Nos vemos cuando nos veamos.