"Empezamos a vivir sólo cuando encontramos una razón por la que estaríamos dispuestos a dar la vida”, explicó don Alejandro Muñoz Reynaud en una charla sobre espiritualidad y toros que, por motivo de la Pascua de Resurrección, impartió en la aplicación Soy Taurin@. Alejandro es sacerdote marista, médico veterinario y ganadero de toros bravo. Habla del “más allá”, pero también “del más acá”.  Porque para él la espiritualidad es vitalidad, un vigor que se manifiesta en la vida que nos regala Dios.

Para los Maristas las experiencias cotidianas son lugares especiales de encuentro con Dios. Esto hace a Alejandro vivir intensamente, con pasión. La palabra pasión viene del latín passio, que significa padecer o sufrir, y del griego “παθος” (páthos), que quiere decir “lo que se padece”. San Lucas, el único que escribió el evangelio en griego, usa páthos para referirse al sufrimiento. De ahí que el P. Muñoz Reynaud explique que la muerte es la mejor amiga de la vida: “La Pasión termina en la muerte. Celebramos un amor que no se detiene ante ningún sufrimiento. Se da y se entrega hasta la muerte. Sabiendo que sólo el que se da hasta la muerte, vive hasta la eternidad”.

Alejandro afirmó que en ningún lado conocemos tan bien el amor de Dios como en la muerte en la cruz: “La muerte hasta la última gota de sangre tiene frutos de vida”. Como ganadero y aficionado a los toros, vincula la tauromaquia con la espiritualidad y dice que –tanto en la Cruz, como en una corrida de toros– si no salimos corriendo ante la primera gota de sangre, descubriremos cosas maravillosas.

El ganadero Muñoz Reynaud, con alegría, nos decía que sólo el que es capaz de darse por completo, florecerá en vida. Y remataba preguntándonos: ¿hasta dónde llega tu pasión?

El jueves pasado falleció mi maestro Miguel León Garza, un hombre que fue ejemplo de pasión, entrega, servicio y bonhomía. Ante la tristeza por la partida de mi amigo, me consolaba recordando las palabras de Alejandro Muñoz: la muerte es la mejor amiga de la vida. Miguel se dio por completo, se entregó a los demás, eso lo hizo vivir con intensidad, tal como lo hacemos los taurinos cuando vamos a una plaza de toros. Y es que las corridas son un espectáculo cruento. Hay sangre y muerte. Eso provoca las pasiones que se viven en la plaza.

San Agustín de Hipona decía que quien se manifiesta indiferente ante la vida y la muerte es que no ama. La tauromaquia es un ritual litúrgico en donde está presente la vida y la muerte que nos enseña que siempre tenemos que estar preparados.