No tiene mucho que Alberto “N”, (a), “El Caníbal”, obtuvo su libertad y abandono las instalaciones del Centro de Reinserción Social (Cereso), de San Miguel y ya se prendieron focos rojos en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla.
Y es que Alberto “N”, “El Caníbal”, es uno de los líderes de un grupo delictivo que operaba en el centro de Puebla, en la vecindad de la 3 Norte 805, conocida como “La Maldita Vecindad”, misma que fue clausurada por el gobierno de Puebla, luego de haber sido considerada como centro de reuniones de maleantes como asaltantes y vendedores de droga.
Alberto es hijo de Martín “N”, quien es líder de un grupo de vendedores ambulantes conocido como “11 de Marzo”, que se ubica en pleno Centro Histórico, quien, aleccionado por mandos de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSP), de los que formaban parte del grupo de los “chiapanecos”, al frente de Raciel López Salazar, intentaron apoderarse de las calles para la venta de drogas, armas e incluso mercancía robada.
Para que este grupo se apoderara del Centro Histórico se aliaron con otro grupo de comerciantes ambulantes al frente de un sujeto apodado “El Moles”, quienes comenzaron a hostigar a comerciantes para que también trabajaran para ellos.
Para poder lograr su objetivo, los mandos “chiapanecos”, entre estos uno de apellido Padilla, jefe de los grupos de Inteligencia de la SSP, hicieron creer a sus superiores del gobierno de Puebla que estaban acabando con el crimen organizado, cuando en realidad fueron ellos quienes propiciaron la violencia.
Una vez que los “chiapanecos” tuvieron que salir por la puerta trasera de la SSP, Martin Juárez y “El Moles” siguieron con la intención de controlar todas las calles del Centro Histórico y ahora con la salida de “El Caníbal”, se convirtieron en alto riesgo de que regrese la violencia al Centro Histórico, como ocurrió en días pasados que está organización fue blanco de un enfrentamiento entre comerciantes.
Ahora estos tres personajes se están convirtiendo en el terror del Centro Histórico.
Nos vemos cuando nos veamos