Quiubo, banda intolerante. Como ya se la saben, aquí les viene su héroe del barrio que les trae la información más certera del pancracio político de Puebla.

Así que agárrense, porque me les vengo. Y conste que no les aviso dos veces.

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Mis carnales, como ya sabía que me esperaban y no podían más sin leerme, ya les cayó la voladora con el héroe pelo en pecho de la arena poblana, así que ¡agárrense!

Con la novedad que ayer me di una vuelta de campana por los corrillos del Charlie Hall, ahora que la presi Clau anda de regreso tras las elecciones.

Me hubieran visto, valedores, escabulléndome por altas y bajas, hasta que casi me voy de trompas al mero piso, pero sin lonas.

Y es que me enteré, ni más ni menos, que al flamante diputado local electo, pero regidor en el Ayuntamiento, Iván Herrera Villagómez ya no lo quieren ni en pintura.

¿La razón? El cambio abrupto de bando.

Ahí les va, banda.

Resulta que mientras andaba de campaña, ya sabe, enamorando con palabras bien bonitas, no se cansó en halagos a Claudia Rivera, quien de principio a fin impulsó su candidatura por el Distrito 19.

Ah, pero nomás las elecciones pasaron y el fiel perro de compañía se convirtió en un traidor más. O sea, como esas veces que en plenos relevos australianos te sacan una quebradora para irse con los rudos.

Como buen “pueblo chico, infierno grande”, todos en el Ayuntamiento saben que ya anda pactando con el némesis de Claudia Rivera, lo que es igual que Gabriel Biestro.

Me cuenta mi chismoso de barrio que toda la estrategia sería pa’ no quedarse chiflando en la lomita, sin grupo político que lo cobije y dijo “ahora es cuando” y pa’dentro. Menuda traición, así de plano.

Es como chiflarse una soda sin gas, chalupas sin manteca o lo que es peor y denigrante para cualquier poblano, una cema de pata sin pápalo.

A Iván Herrera Villagómez le pasó igualito, mis valedores, como aquel famoso dicho de “las ratas dejan el barco antes que se hunda”, sólo que al galán de la película se le olvidó que a los traidores la suerte les dura poco.

Al menos en el Charlie Hall es el apestado, a quien nomás ven o escuchan y se cumple aquello de “patitas pa’qué las quiero”.

Y no es por nada, pero que se acuerde que Morena no lo impulsó solito, así que más allá de rendir cuentas a nuevos patrones, como el dicho de las ratas, primero debería ver los terrenos que pisa.

Porque no es lo mismo luchar máscara contra cabellera que apostarlo todo a una sola caída.

El que entendió, pos entendió.

¡Aguas!, carnalitos, si se topan con Iván Herrera Villagómez mejor píntense de volada, no vaya a ser que los ande conquistando con el canto de las sirenas, como si a estas alturas su palabra valiera.

Sobres, ahí nos andamos oliendo.