En 2018, cuando la mayoría de los mexicanos votaron sin pensar por todo lo que tuviera las siglas de Morena, los poblanos tenían la esperanza de que sus diputados fueran por primera vez, hombres y mujeres que se apartaran de la burocracia dorada y se dedicaran realmente a trabajar, a legislar.
Estamos a unos meses de que concluya la LX legislatura y las cuentas que entregarán los diputados y las diputadas, de mayoría morenista, son las peores en muchas legislaturas, incluyendo la morenovallista, que ya es mucho decir.
En Intolerancia Diario este día revelamos que en promedio, de cada 10 iniciativas que se presentaron, sólo se dictaminaron tres, es decir, que 70 por ciento de las propuestas continúa ahí, en la famosa congeladora.
Y en el colmo, de las aprobadas, un gran número se encuentran en “veremos” luego que la SCJN ha señalado errores garrafales.
¿A qué se debe este tortuguismo legislativo?
Dos cosas son claras. Por un lado la inexperiencia de los morenistas - aquí incluya a los que llegaron por el Partido del Trabajo y hasta el extinto PES- obligó a que la mayoría de nuestros representantes tuvieran que realizar todo el proceso de la famosa curva de aprendizaje, que como ya vimos, no garantizó que hicieran leyes respetando el proceso.
La segunda razón y desde mi óptica, la más delicada, fue que los morenistas, que eran mayoría, simplemente se olvidaron de sus promesas en campaña y al llegar al Congreso se embriagaron de poder. Con ello comenzaron a perseguir su sueño para reelegirse antes que preocuparse por darle resultados a quienes confiaron en ellos.
El resultado es claro, el trabajo en el Poder Legislativo pasó a segundo plano, se postergaron los temas importantes, se sacaron las iniciativas al vapor y la ciudadanía les cobró en las urnas su pésimo desempeño.
No exagero cuando les aseguro que la legislatura que está por concluir es por mucho, la peor en cuanto a desempeño de todas las que he visto.
Sordos y burlados
Es verdad que también hubo diputados que sí tenían experiencia, pero estas voces fueron rezagadas como la de la priista Rocío García Olmedo, que sesión tras sesión daba cátedra de los yerros sin que los “nuevos” tomaran nota si quiera.
Otros dos que se burlaron de los novatos, aprovechándose de su retorcido colmillo aplicaron “la dormilona” y generaron largas y aburridas discusiones que a veces llegaron a durar hasta cinco horas, en temas que no lo ameritaban.
Este par que burló a sus compañeros, sin que los agraviados se dieran cuenta en el primer año, fueron José Juan Espinosa y Héctor Alonso. Dos tipos de cuidado.
Como se observa, el costo de la improvisación fue altísimo. Puebla, los poblanos, poco ganamos con la contratación de las y los diputados salientes, es más, me atrevo a decir que nos quedaron a deber y mucho.