La magia del Internet nos permitió disfrutar la semana pasada de dos actuaciones barrocas, inspiradas, colmadas de ornamentos de Antonio Ferrera. 

En ambas corridas alternó con toreros clásicos: Emilio de Justo (sábado 26 de junio en Badajoz) y Juan Ortega (domingo 27 en Alicante). El contraste de los estilos hizo revivir un debate presente en las artes desde 1700.

Cuando se acuñó el término "Barroco" tuvo una connotación despectiva. Se interpretaba como un periodo recesivo, caracterizado por la irracionalidad y artificiosidad del arte frente a la reflexiva abstracción y sabiduría del Renacimiento y la racionalidad del Neoclasicismo, percibidos ambos como opuestos al Barroco.

El vocablo viene de una palabra portuguesa que significa "perla irregular", pero también está asociado con un tipo de silogismo aristotélico del que se decía que terminaba siempre en un absurdo.

Si acudimos a la Real Academia de la Lengua, vemos que el Barroco es un estilo artístico que se desarrolló en Europa e Iberoamérica durante los siglos XVII y XVIII, caracterizado por la complejidad y el dinamismo de las formas, la riqueza de la ornamentación y el efectismo.

El abismo que suponía para el ser humano la infinitud del espacio, frente a la brevedad de su propia existencia, trató de salvarse con ayuda de las artes. Los barrocos estaban empeñados en detener el paso inexorable del tiempo y la incesante alteración de lo visible.

Lo ilusorio, lo posible o lo aparente eran tan consistentes y tan engañosos como la verdad misma. Los barrocos estaban preocupados por representar al mundo material de modo verosímil lo que originó el realismo visual de Caravaggio, Hals, Bernini, Velázquez o Vermeer. 

Esto se combinó con las certezas astronómicas de Galileo que inspiraron a artistas como Ludovico Carrdi "Cigoli" a decorar la la cúpula de la Capilla Paulina en la Basílica de Santa María Maggiore en Roma.

La cultura barroca tiene un carácter alegórico y metafísico, producto del equilibrio que se logró entre la ciencia y la devoción.

Los artistas conferían a los objetos profanos y a las escenas cotidianas una apariencia natural y un sentido trascendente cuyo significado profundo le daba a la obra una intención moralizante.

De ahí surge la honda espiritualidad y el simbolismo de Caravaggio que con su naturalismo y su claroscuro inspiraron a muchos artistas. La máxima de san Ignacio de Loyola  "buscar y encontrar a Dios en todas las cosas", generó en los artistas un anhelo de convertir en espiritualidad su vida cotidiana.

El Barroco se entiende en el contexto de la lucha contra la Reforma protestante. En el Concilio de Trento la Iglesia legitimó las imágenes religiosas a las que dotó de un carácter ejemplar y pedagógico.

Se buscaba el realismo para estremecer al fiel. Pinturas, yeserías y altares generaban una atmósfera propicia para conmover al devoto, alentar su piedad e inducirle a practicar la misericordia.

La Iglesia promovió el lujo ornamental de los templos y el esplendor de sus ceremonias en la necesidad de honrar la presencia real de Cristo. 

Se fomentaba la devoción estimulando los sentidos de los fieles que estaba predispuestos ya por un ambiente colectivo y por la formalidad de la liturgia.

La riqueza de los vestidos, los vapores del incienso, la oratoria en las homilías y la música, influían a la efervescencia espiritual.

Inspirados en la retórica de Aristóteles los artistas buscaban deleitar y conmover (delectare et moveré, en latín). Las formas e imágenes eran el mejor medio para despertar los afectos.

Así que pintores y escultores estudiaron con obsesión los gestos corporales y las expresiones fáciles tratando de completar el repertorio de sentimientos posibles y sistematizar su expresión gestual y fisionómica.

Esto lo vemos en la tauromaquia de Antonio Ferrera. Abundancia de ornamentación y conjunción casi perfecta de sus conocimientos técnicos, su experiencia representativa, su genialidad artística que deleita y conmueve.

En México el Barroco alcanzó la cima en riqueza y variedad. La capilla del Rosario en Puebla es, quizá, la obra cumbre de la arquitectura barroca en Hispanoamérica. Los dominicos fomentaban la devoción a María con el rezo diario del rosario. Para ello, construían capillas con esta advocación.

La de Puebla es un espacio sobrenatural y resplandeciente donde se logra la armonía entre símbolos y formas, entre la luz, la arquitectura, los yesos dorados que exaltan a la Virgen como espejo de virtud y camino de salvación.

Pero ese espíritu barroco que llegó en la época colonial, ha quedado impregnado en la cultura mexicana. Toreros como Silverio Pérez, Pepe Ortiz, Calesero o El Callao son ejemplo del espíritu ornamental y barroco de los artistitas mexicanos.

En sus viajes a México, Ferrera ha incorporado ese sentimiento mexicano en su forma de torear. Con el capote intenta recrease en suertes inventadas por El Pana y en con la muleta, entre otros matices de origen mexicano, ha reinterpretado el cite psicodélico de Curro Rivera. 

Demuestra así que el arte es un influjo bidireccional. El Barroco llegó a México por los discípulos de José de Churriguera y regresa a España re expresado por Antonio Ferrera.

Los críticos atacan la expresión recargada y artificiosa de Antonio Ferrera. Esto no es nuevo. En la Encyclopédie de Diderot el vocablo "barroco" se refería a la música confusa, disonante y cargada de modulaciones.

El Barroco se convirtió en antítesis del Clasicismo en el exponente de una fatal heterodoxia que habría inducido a los artistas a traicionar la doctrina y los modelos de la Antigüedad y del Renacimiento. El termino barroco se identificó con lo bizarro, extravagante o superlativo y tenía aparejada la idea de lo ridículo.

La lucha del Clasicismo y el Barroco provocó un intenso debate ideológico e historiográfico que se prolongó hasta las primeras décadas del siglo XX.

Se desmantelaron altares y retablos, se afeitaron fachadas y se destruyeron monumentos en toda Europa apelando a la razón, a la seguridad pública o al buen juicio. Europa vivió el ímpetu de la "desbarroquización".

A pesar de ello, como lo explica Beatriz Blasco Esquivias en "Introducción al arte barroco" (Cátedra, 2015), el Barroco goza de plena vigencia y, a pesar de todos los detractores, siguen apareciendo nuevos argumentos o matices que proclaman su complejidad, su fascinación y siguen reclamando la atención de los expertos. 

Mañana en la plaza de las Ventas de Madrid, para deleite del debate histórico, el barroquismo de Antonio Ferrera se enfrentará en un mano a mano con el clasicismo Emilio de Justo. 

¡Qué Dios reparta suerte!