Si usted vive en el occidente de la zona conurbada o es curioso observador de los cielos angelopolitanos, habrá podido ver, oír y constatar el incremento de tráfico en el espacio aéreo de los Volcanes, desde hace meses.
Esto podría hacernos creer en un repunte del transporte aéreo del PBC, abreviatura para el Aeropuerto Internacional Hermanos Serdán en el municipio de Huejotzingo, Tlaltenango y Juan C. Bonilla, pero no, su tráfico sigue en un penosísimo lugar 26, muy por debajo del real valor social y económico de una entidad como Puebla.
La comparación de tráfico de pasajeros frente a zonas turísticas es ociosa, pero contra otras zonas metropolitanas, Puebla-Tlaxcala - siendo la cuarta - resulta revelador, pues Monterrey transporta 14 veces más, mientras que Guadalajara 20. Mucho puede explicarse con CDMX que transporta 66 veces más que Puebla, absorbiendo toda la demanda del Valle de México.
La fácil burla con Tlaxcala, único estado sin aeropuerto civil, queda invalidada cuando se pondera que la Estación Aérea Militar 9° a la orilla de la Laguna de Atlangatepec, es base del Escuadrón 601, los drones de la Fuerza Aérea Mexicana.
Estos drones israelíes y mexicanos, veinticuatro al menos, parten rutinariamente a sobrevuelos de seguridad nacional, como la Central Nuclear Laguna Verde, ductos de hidrocarburos o reductos del crimen organizado. Pero ellos no son quienes han levantado el tráfico.
Desde el 15 de marzo pasado entró en vigor la primera fase del rediseño del espacio aéreo del Valle de México, cambiando los esquemas por un modelo basado en satélites llamado PBN, por sus siglas en inglés, buscando ampliar las posibilidades del nuevo aeropuerto de Santa Lucía de operar aún a costa de otras terminales.
Las complicaciones del Popocatépetl, Iztaccíhuatl, Sierra del Ajusco y otros accidentes orográficos, generan un apretado corredor aéreo. Y aunque la mayoría del tráfico de la zona parte hacia el norte, las rutas de llegada y salida del sur están compartidas con Puebla.
En días pasados, el Presupuesto de Egresos 2022 contempló una partida para el PBC por 113 millones de pesos, los cuales serán invertidos para proporcionar servicios de navegación, transporte seguro y eficiente de personas y bienes en el espacio aéreo mexicano.
¿Qué significa lo anterior? Que Puebla será un alfiler más, torre de control en este caso, para que el Aeropuerto Felipe Ángeles funcione. La 4T no tiene empacho en sacrificios para hacer trabajar proyectos a todas luces inoperantes; asfixiar el Aeropuerto Internacional Benito Juárez Ciudad de México y al de Toluca vía administrativa, es muestra de ello.
La segunda etapa del rediseño del espacio aéreo del Valle de México comenzará en marzo de 2022, fecha en que los militares juran terminarán y pondrán en marcha el nuevo aeropuerto.
Increíblemente la primera etapa se diseñó desde el escritorio, pues la lejanía de la fecha de inauguración del magno aeropuerto 4T cortó presupuesto a la Dirección de Verificaciones de Aeropuerto de la federal Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Esto al nivel que varias aeronaves de la dependencia no podían despegar al no haber pagado sus primas de aseguramiento y mantenimiento.
Este mes, y gracias la bondad presupuestal de las fuerzas armadas, la Cessna 550 con matricula XC-SST ha logrado levantar vuelo y realizar los recorridos de reconocimiento para convertir a Puebla en el patio de maniobras de una obra insigne de esta administración.
Las quejas en el Estado de México lograron una suspensión temporal en los juzgados, olímpicamente ignorada, por lo que en Puebla no espere que nadie meta las manos por usted, así que mejor vea las rutas donde preferiblemente mejor no comprar una propiedad en los siguientes 15 años.