Aquellas relaciones entre entidades e industrias son un rasgo de las sociedades modernas. La relación de tabasqueños o campechanos con PEMEX es algo que solo entendería un coahuilense cuando se le dice que es como Lala, a un colimense con Tuny, o un leonés con Flexi.
Empresas que han trasladado su cultura laboral e importancia a la sociedad. Términos, horarios y un ecosistema totalmente único emanan de ellas. Esto, especialmente, si la empresa es extranjera, como lo atestigua, por ejemplo, la ola coreana del Bajío y Nuevo León.
Puebla y Volkswagen son un binomio inseparable desde 1967. Con 13 millones de autos producidos, las estimaciones colocan a un cuarto del Producto Interno Bruto (PIB) de la entidad ligado a la industria automotriz y a la mitad de la industria poblana al separar por sectores.
Inventiva poblana, mano de obra barata y salida a mercados internacionales, enmarcados en un tratado de libre comercio de Norteamérica, han sido una fórmula ganadora para la armadora de Wolfsburgo.
Nuestra época es portentosamente revolucionaria y la transformación de la industria automotriz pregona el ocaso de una Puebla que parece no reaccionar a tiempo.
Las estocadas serán tres, todas hondas, pero ninguna buena, y los poblanos no tendrán la suerte de una puntilla.
Lo primero es la falta de suministros para la industria automotriz.
La industria de chips rebotará en el 2022 gracias a inversiones multimillonarias de Estados Unidos, China y Taiwán, privados y gobiernos. Por ejemplo, Intel invertirá 26 mil millones de dólares para recuperar mercado, mientras que TSMC cuadruplicará esa inversión para retener su cuota. México seguirá importando microprocesadores para siempre –parece-, mire pues el fracaso jalisciense del Tequila Valley.
Pero no todo se da en fábricas. El árbol del caucho provee al mundo del látex gomoso que se transforma en el homónimo material. La demanda de guantes por la pandemia, sumado al ciclo vegetal global de oferta y demanda que está por tocar un mínimo, indica una carencia en llantas inminente. Cobalto, magnesio y cobre son ejemplos de materiales minerales sumidos en una crisis de proveeduría exacerbada por una transición desordenada hacia la electrificación del mundo.
Lo segundo será la energía sucia que nos cerrará mercados, le explico. Todos los productos requieren energía para producirse, esa energía proviene de fuentes diversas, sucias y limpias. En un futuro muy inmediato los mercados desarrollados pedirán certificados de energía limpia, productos que fueron producidos con energía solar, eólica, etc.
México, Puebla y Volkswagen se abastecen de la poluta Comisión Federal de Electricidad (CFE), que en buena medida produce energía a través de contaminantes hidrocarburos. La imposibilidad legal de tener una red privada o pública local, sacaría de un plumazo a toda la industria mexicana de mercados de exportación con esas demandas; la aprobación de la contracontracontrareforma eléctrica solo empeoraría la situación.
Y la tercera, y quizá más preocupante, es el fin del auto de combustión interna y el inicio del reinado eléctrico automotor; y la falta de arrestos gubernamentales para lidiar con ello.
Si las fábricas de Volkswagen y Audi, y todo el ecosistema de proveedores, trabajadores y técnicos está diseñado para autos que no tienen futuro, Puebla no tiene futuro.
El principal fabricante de coches del mundo, Grupo Volkswagen, tiene claro el fin del auto a base de gasolina. Zwickau y Emden, las fábricas de autos VW más importantes en Alemania, han sido reconvertidas completamente a operaciones de autos eléctricos. El mayor proyecto global de VW es una fábrica en Berlín que pueda competir contra la vecina Gigafactory de Tesla de Elon Musk.
La meta del Volkswagen Aktiengesellschaft es llegar al 2030 con la mitad de su producción en eléctricos, liquidar una vetusta planta o dejarla atender mercados de segunda o tercera sin duda está en la lista de las opciones alemanas. Puebla, adormecida ante el cambio de época y agarrotada por una aún más incompetente federación, no tiene buenas lecturas en su futuro industrial.