En la percepción de la actividad política, una preocupación evidente en las sociedades, es que los ciudadanos demandan erradicar los pleitos y confrontaciones entre partidos políticos, entre grupos parlamentarios, entre órdenes de gobierno y en campañas, entre candidatos.
En medio de esa cultura de la guerra que estamos viviendo en nuestro país, en donde se impone la lógica del todo o nada, habemos muchos que creemos que debemos hacer valer la estructura del diálogo, de la razón, de la comprensión, de la lógica y de la negociación en la acción política para avanzar como país.
Creo que a eso obedeció la carta que el diputado federal Santiago Creel, llevó a Palacio Nacional para pedirle al presidente la apertura de un diálogo respetuoso. La respuesta no se hizo esperar: “instruyo al secretario de gobernación para que se atienda la petición del diputado”, sostuvo el presidente.
Sin embargo, creo que a la respuesta del gobierno, la oposición reaccionó con un desbordado optimismo, dando por hecho un giro en la visión y conducción de la política por parte del gobierno.
Yo sostengo que en política, si vivimos en democracia, debemos buscar los terrenos en los que es posible, deseable, factible y hasta obligatorio, encontrar rumbos y decisiones comunes a partir del establecimiento del diálogo como instrumento primario para el entendimiento entre los actores políticos.
Desafortunadamente debo confesar que en este momento de la vida política de México no soy optimista con respecto a la voluntad que ha mostrado el gobierno, y sobre todo su presidente, al diálogo.
Llevamos tres años en los que se ha ignorado a la oposición y se ha gobernado con un estilo autoritario que descalifica a los que no le aplauden, obedecen o no piensan como el presidente.
El auténtico diálogo implica que se busquen las mejores propuestas de solución basadas en la razón y el respeto, reconociendo la necesidad de la cooperación entre todos los actores políticos, premisa que no veo como pueda cumplirse.
Adolfo Chriestlieb Ibarrola decía que “el diálogo no excluye la controversia, la discrepancia, la oposición y la pasión por las ideas, pero si debe dejar de lado la injuria, el prejuicio y el rencor contra los hombres”
Todos los países necesitan el diálogo para buscar soluciones a sus problemas, pero el diálogo en donde nadie se considere poseedor de la verdad; diálogo en donde todos participen con un carácter de igualdad; diálogo que integre y respete al de enfrente tratando de convencerlo con argumentos, pero con una apertura tal, que sus argumentos puedan llegar a convencer.
Lo primero que se debe buscar es promover un ambiente de respeto utilizando el diálogo para establecer comunicación entre los políticos e identificar el punto de encuentro.
Si lo logramos, habremos avanzado. En caso contrario, no esperemos mucho para que desde la mañanera vuelva a salir un distractor que nos haga olvidar la necesidad del diálogo.