Anoche se reportaron más de 33 mil nuevos contagios de Covid, se trata de la cifra más alta en los 22 meses de pandemia en México.

Por sí solo, el número debería ser alarmante y obligar al gobierno federal a tomar nuevas medidas sanitarias, replantear la estrategia de comunicación y reforzar los sistemas sanitarios.

Pero con AMLO, el número de nuevos positivos no prende las luces rojas, ni siquiera porque el propio Presidente ha confirmado que por segunda ocasión es portador del virus.

Lejos de discursos que animaran a los negacionistas a vacunarse o a los seguidores de AMLO de extremar precauciones, el Presidente puso el peor de los ejemplos: hacer un contagiadero.

El lunes pasado, en la mañanera, era notable la molestia en la garganta que presentaba López Obrador y en lugar de hacer lo indicado –mantenerse aislado hasta tener una prueba negativa-, despreció la salud de periodistas, integrantes del gabinete y hasta los burócratas del Palacio Nacional

Sus constantes imprudencias, su necedad por seguir viajando y por mantener las mañaneras, ya cobró las primeras dos víctimas.

Tanto la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, como la titular de la Semarnat, María Luisa Albores, han confirmado que también son positivas al virus y aunque por el momento se encuentran sin complicaciones médicas, son la muestra de lo que pasa cuando se actúa de manera irresponsable.

Lo reconozca o no Andrés Manuel, la realidad es que estamos en la llamada cuarta ola y los contagios, pese a las poquísimas pruebas que se realizan, se han disparado.

En las farmacias, laboratorios, clínicas y hospitales donde se realizan pruebas para confirmar o descartar el coronavirus cada día presentan más afluencia y en cuestión de horas todos vamos conociendo a más personas de nuestro círculo cercano que han dado positivo.

Aunque la estrategia de “Los López” –Andrés Manuel y Gatell- sea apostar por la famosa inmunidad de rebaño, los “humanistas” olvidan que en el país de las desigualdades, no todos contamos con la fortuna de tener a nuestra disposición a las mentes más brillantes del Hospital Militar, menos la certeza de contar con una cama y un respirador artificial en caso de que el virus gane terreno en nuestros cuerpos.

Exponer innecesariamente a sus secretarios, a quienes le asisten en las tareas administrativas, a técnicos, periodistas y en general, a todas las personas con las que se cruzó tras presentar los síntomas, revela el poco valor que AMLO da a la vida de otros.

El presidente es, como vaticinó aquella campaña negra, un peligro para México.