Hará década y media de un comercial televiso de narrativa costumbrista impecable. Limón en la jícama y la sandía, sobre un huevo frito, para desinfectar un rastrillo y peinar relamidamente. El comercial, de Coca Cola para una fracasada variedad llamada Citra, retrataba la fascinación del mexicano por aliñarse la vida a base de limón.

Hoy la realidad económica trastocó nuestras costumbres, un kilogramo de gel para peinar cuesta la mitad de un kilo de limón. Con salvajadas nacionales que llegan a cien pesos kilo, vale la pena conocer las razones detrás.

Puede ser inexorable la temporalidad de un limonero mexicano, enero-mayo es la época de menor producción nacional, pero la realidad es reflejo de la incapacidad gubernamental y el cambio climático.

Fortísimas lluvias el año pasando durante la floración nacional en los estados de Colima y Michoacán, con menor medida en Puebla y Veracruz, tumbaron aquella flor destinada a convertirse en limón meses después.

Dichas lluvias impulsaron humedades relativas propicias para enfermedades de coloridos nombres, el más temido de ellos el dragón amarillo o huanglongbing (HLB), una infección bacteriana que destrozó la citricultura yucateca y en cierta medida ha sido contenida en Puebla.

No obstante, la situación con el HLB ha sido controlada en el país por gracia divina y quien sabe hasta cuándo. El austericidio que vive Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, SENASICA, de la SADER –SAGARPA–, ha encendido alarmas en todas las cadenas animales y vegetales. La ausencia de una federación fuerte hace imposibles planeaciones entre entidades para el manejo y control de enfermedades de importancia.

Es importante decir que de inicio había más bien pocas flores en el campo mexicano. El incremento en costos de fabricación de fertilizantes, un 25%, se tradujo en alzas de más de 100% en costos operativos en el limón. La incapacidad de PEMEX de levantar una sola de sus plantas productoras de fertilizantes es un reflejo inmediato de la insolvencia en hidrocarburos y transformación, pero sirve políticamente más mantenerlas apagadas y achacarlo al neoliberalismo que fajarse y arreglarlas.

Para añadir insulto a la injuria los atípicamente cruentos frentes fríos de fin de 2021 terminaron por tirar buena parte de las pocas flores de azahar que iban cuajando.

La depreciación del peso contra el dólar en las mismas fechas hizo sumamente atractivo el mercado de exportación, impulsando una mayor presión al mercado local.

Estos importantes tropiezos ya eran registrados de manera anticipada desde noviembre por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) con una importante caída de casi nueve por ciento nacional.

Hasta ahí pudiera parecerle una típica carambola económica y agropecuaria, como el frijol que fue una calamidad el año pasado y éste pinta para lo mismo, o la soya, que con los desastres climáticos de Brasil y el río Paraná será una montaña rusa, pero usted sabe qué desgracia está faltando para una típica receta nacional: inseguridad y crimen organizado.

Michoacán, que produce ¼ del limón nacional, en diciembre desplomó su producción a la mitad. Aguililla, Apatzingán, Tepalcatepec y sustancialmente Buenavista son los municipios más prósperos agrícolamente por el limón, razón por la cual los Zetas, hace veinte años, La Familia Michoacana, hace quince, Los Caballeros Templarios, hace diez, y, desde hace unos cinco años, el Cartel Jalisco Nueva Generación han sido los encargados de cobrar extorsiones. Si quieres salir del pueblo se cobra tanto por camión, una alcabala moderna.

La Secretaría de Desarrollo Rural federal salió rápida y ridículamente a declarar qué “uno de los principales productores de cerveza lanzó al mercado una línea saborizada con jugo de limón lo cual determina una mayor demanda interna del cítrico”. Mínimo hubieran sostenido que el incremento es porque medio país se lo está echando con miel en la enésima ola COVID.