Donde cada vez más las cosas están patas pa’rriba es en el IMSS de La Margarita, y es que ya se les está haciendo costumbre que, nomás por sus pistolas, los pobres derechohabientes terminen pagando justos por pecadores.
Si ya la cosa estaba que arde por andar jineteando los resultados del Covicho, hacerlos perdidizos y sortear recetas sin diagnósticos, la cosa se ha puesto pior.
Porque cuando creíamos que no la podían cajetear más, nel, la banda del IMSS de La Margarita terminó por superarse.
Ahora resulta que buena parte de la tarde de ayer, los fregados elevadores nomás no sirvieron armando un verdadero desmadre porque en cada uno de los pisos se armaron santas pinches filas entre usuarios, médicos, camilleros y hasta los valedores de insumos y lavandería, quienes se fueron retrasando en su chamba.
Y como siempre hay que esperar horas pa’ ser atendidos, pos en los elevadores no iba a ser la excepción, tanto así que pasaron más de cuatro orejas sin que mantenimiento resolviera el detallito. Por supuesto que se pasaron a chiflar a los pacientes que ya tenían agendados estudios, operaciones y de plano quienes usaban sillas de ruedas pa’ trasladarse.
Esa atención cada vez está pal’ catre y ni por dónde le quieran disfrazar le atinan a una buena. Mínimo hubieran puesto a fletear a la bola de mameyes que se la pasan presumiendo músculos en el Feis en horas del servicio social.
Ya nomás pa’ rematar, un médico juditas le contó a su héroe del barrio que ya están bien encendidas las alarmas por los viene, viene. Y es que estos valedores ya se adueñaron otra vez de las calles y están haciendo el negociazo con toda la banda que acude pa’ las pruebas Covid.
Los moches cada vez son más caros y no falta el gandalla que cobra por hora. Además, en esas mismas calles no paran las denuncias ciudadanas por la falta de alumbrado público.
La Netflix, caerle a La Margarita en deshoras nocturnas es un verdadero peligro y a ver si las autoridades ya le capean un poco y se dan un roll por ahí, pero no pa’ la foto, sino a meterle punch.
Con historias como éstas, no cabe duda que ese IMSS parece cada vez más un tugurio de mala muerte que un centro de salud.
Ahí se las dejo al costo.