La liturgia –es decir, la forma con la que se realizan las ceremonias de culto– inspira el orden espiritual. Los elementos ornamentales y las acciones que constituyen los ritos transmiten el misterio y contribuyen a la catequesis.

Tanto en la religión católica como en una corrida de toros, la liturgia no es un añadido, sino que es parte necesaria para vivir y sentir.

La liturgia aprovecha decoraciones, arquitectura, pinturas, símbolos, alharacas y otros movimientos para provocar un estupor estético. De esta forma, los fieles se acercan al misterio por el camino de la inspiración, la belleza, arte y la estética.

La semana pasada tuve la oportunidad de vivir la consagración de un oratorio. Los textos combinados con los ritos, signos y gestos que llevaron a cabo los sacerdotes, la música, el olor a incienso y las oraciones me emocionaron profundamente. Comprendí entonces como la liturgia transmite enigmas y nos transporta de lo visible a lo invisible.

El antropólogo británico Julian Pitt-Rivers explica que la lógica del rito es la de los sueños y no la de la vida cotidiana y consciente.

Esto viene al caso porque con el Domingo de Ramos inicia la Semana Santa. Para los católicos es uno de los momentos del año más importantes ya a que se solemniza la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Hay muchos símbolos taurinos vinculados con la Semana Santa. Al lance fundamental del toreo se le llama "verónica" en recuerdo a Verónica, la mujer que durante la Pasión tendió un capote para limpiar el sudor y la sangre de Jesucristo.

Los taurinos encontraron similitud en la acción que realizó la mujer en la que queda impresa la Santa Faz, con la forma en la que los toreros lidian al toro en el primer tercio.

Hay muchos otros símbolos en una corrida de toros que se vinculan con el rito católico. Por ejemplo, cuando una faena lo amerita se agita un pañuelo para para solicitar a la autoridad que premie al torero con las orejas o, incluso, el rabo del toro. 

El pañuelo debe ser blanco y estar limpio porque representa la pureza. No se debe usar un pañuelo que antes se utilizó para limpiar algo o para sonarse. El pañuelo forma parte del rito. De esta forma, el aficionado se involucra y participa en la liturgia.

El agitar un pañuelo blanco es un reconocimiento que el matador ha realizado correctamente el sacrificio del toro. El hombre se ha transformado en héroe.

Dado que una corrida de toros es una metáfora de la vida y la muerte, parte de la emoción que ahí se vive se alcanza por medio de los símbolos de una liturgia ordenada y mistérica.

De esta manera, la estética nos aleja de la cotidianidad y puede transportarnos a una dimensión espiritual.