En algunos años, esperemos los menos, voltearemos a ver estos tiempos de absoluta negación al mundo de las drogas con la misma incredulidad que miramos evidencias de la época prohibicionista del alcohol, a inicios de siglo pasado, cuando se vertían barricas al desagüe en vez regularlas y cobrarles impuestos como en el sistema actual.
Gracias a la biología el mundo de las drogas es vasto, pero hagamos foco en la marihuana, que ostenta rocambolescamente el título de la tercera sustancia más consumida en el mundo, después del tabaco y alcohol, aunque el número uno de las ilegales.
Este gobierno mexicano hizo nuestro mismo ejercicio y aisló la marihuana del resto de la discusión, por lo que su debate se encuentra por apartado, en el Senado de la República, en la Ley para la Regulación del Cannabis. Sin una profunda corrección de la cámara superior al bodrio legislativo enviado por el Congreso de la Unión el año pasado, esta ley seguirá dejando en un área gris de ilegalidad todo lo relacionado con la marihuana.
Las profundas diferencias que existen dentro del grupo político al frente de esta administración, y la enorme falta de consensos, son notorias cuando se mira quien da un paso hacia adelante y otro hacia atrás, y es que son del mismo partido.
Por un lado, está un grupo moderadamente progresista liderado por la senadora Sánchez Cordero, quien busca ajustar el reglamento particular, la Ley General de Salud y el Código Penal Federal, para una reforma integral que permita echa a andar una industria anual de 18 mil millones de pesos, según datos del cuerpo legislativo.
Del otro lado, pero del mismo lado, siendo ambas morenistas, está el ala conservadora del partido, personificado en la senadora presidenta de la comisión de salud, Margarita Valdez, que ha torpedeado el hacer político con dictámenes de mala hechura incapaces de transitar el minucioso trabajo legislativo.
Detrás de esta negación de regular las drogas están verdaderamente los deseos del presidente y el fiscal, las dos caras más visibles de un entendimiento negacionista. AMLO por sus convicciones personales influenciadas como cristiano evangélico, Gertz Manero por su pasado como coordinador nacional de la Operación Cóndor en los 70s.
Buscando patear el bote lo más posible, el presidente busca paralizar cualquier esfuerzo hasta la realización de la Encuesta Nacional de Salud Mental y Adicciones por la Comisión Nacional contra las Adicciones (CONADIC), misma que, aunque fue parada por la presente administración y lleva 3 años de retraso, se espera realizar este año con preguntas relevantes como los efectos del covid-19, o la inclusión de los videojuegos como adicción.
Penosamente esto demuestra la inconexa política de drogas que sigue México, y buena parte del mundo, con el inalcanzable objetivo de erradicar la oferta, eliminar plantíos mediante una mayor militarización de las operaciones de la vida pública, y de neutralizar la demanda, meter en la cárcel a los consumidores. Oferta como demanda hay en abundancia.
Como muestra tenemos los ridículos números de hectáreas aseguradas por la Secretaría de Defensa Nacional en todo el 2021 en el estado de Puebla, sumando 4.8 hectáreas en total y casi todos en una sola redada en Ixcamilpa de Guerrero, tantito menos que 7 canchas de futbol. A nivel nacional, en ese ejercicio maníaco de querer atrapar el agua entre los puños, se erradicaron casi 7 mil hectáreas.
A manera de referencia cerca del 3% de la población adulta en México consume marihuana. La encuesta que el presidente espera nos actualizará el porcentaje anterior y nos recordará que la marihuana nunca ha tenido una muerte asociada a su consumo, mientras, la irresponsabilidad histórica de la guerra contra el narcotráfico de Calderón-Peña-López Obrador va para cobrar 400,000 muertes, algo así como erradicar a la totalidad de la población de Atlixco, Zacatlán, Izúcar y Teziutlán, juntas, en afán de parar las ramitas de ciriguaya, ¿cómo nos juzgará nuestro futuro por este presente?