Era diciembre de 1995, había tenido que irme del trabajo por no aguantar la presión, la separación de mi primera esposa, problemas en mi vida personal, mental, laboral, económica, esas rachas y lecciones que te pone la vida, en las que debes tomar decisiones o enfrentar las consecuencias.
Y en medio de esos problemas, estaba el compromiso del 11 de diciembre de ese mismo año, un día después de mi cumpleaños, así que a diferencia de otras ocasiones, mi festejo fue haciendo estiramientos, mentalizándome para el reto que iba a enfrentar, y que todo lo que pasaba por mi cabeza, no me afectara.
Era el primer triatlón de Alchichica que no llegaba a Puebla, era un recorrido distinto, y por lo tanto había cosas distintas que debía valorar.
Así a pesar de las adversidades en la vida, mi vida no atlética, enfrenté la salida, cuando tomé las heladas aguas de Alchichica, después de nadar un kilómetro novecientos metros, salí, fueron noventa kilómetros en bicicleta, y después corrí 21 kilómetros.
Haciendo cuentas eran más de ciento diez kilómetros que recorrí, y claro, la mente que en ocasiones juega en contra de uno, debía ser mi aliada en los momentos difíciles que enfrentaba.
El agua fría de esa laguna fue mi aliada, me confirmó que tenía la fortaleza para nadar una larga distancia sin doblegarme, mientras la soledad de la carretera me decía que era yo con quien contaba.
Así esas más de dos horas últimas de la etapa ya corriendo, mi mente se enfocó en lograrlo, y si lo hacía iba a lograr superar todos los demás problemas que la vida me estaba presentando en esa etapa.
Así cada trotada, sin dejar de pensar, quizá fue despacio, pero era la reflexión, el estar en una nueva etapa, demostrarme que tenía la fortaleza para salir adelante, y si bien el cansancio se hacía presente, recordaba que no había nada más importante que yo me reconociera, que recuperara la confianza que ante los problemas personales se va perdiendo.
En ese triatlón los organizadores habían establecido un límite máximo para terminar la competencia en seis horas, y crucé la meta en seis horas nueve minutos, por mi mente estaba el ánimo de enfrentar nuevos retos, y sobre todo que llegarían más oportunidades en mi vida.
En la cuestión técnica, recuerdo que todavía no había el tema de la descalificación, y lo que pasa en el límite de las seis horas es que rompen todos los esquemas de seguridad, entonces ya no hay buzos, abren las calles, por eso establecen el tiempo máximo, ya que hay que respetar a los demás.