Luego de escuchar los audios del líder nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Alejandro Moreno “Alito”, no cabe duda que el cinismo sigue siendo la mayor carta de presentación de este tipo de políticos.
Por eso resulta comprensible, que el presidente del comité estatal priista, Néstor Camarillo, haya acudido a la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de Puebla, para interponer una queja contra la gobernadora de Campeche, Layda Sansores.
Aunque pareciera ilógico una queja en la CDH estatal contra una gobernadora de otro estado, la orden se acató.
Y no sólo eso, en la calle vociferó Néstor la defensa a quien le debe todo y lo colocó en el puesto.
¿Pagando factura?
Lo que debería ser incomprensible y no lo es tanto, es que se pongan a defender lo indefendible y muy al estilo priísta, se tapen unos a otros.
En cualquier lado, la renuncia de Alito sería lo más prudente.
Sin embargo, como en su tiempo se ha defendido a ultranza todo tema de corrupción, siguen en la misma tesitura, sin aprender nada de aquellos años.
Claro, entendemos que Néstor no tiene otra opción que la defensa de Alito, porque así se defiende a sí mismo.
De caer Alito, Néstor se derrumbaría como en castillo de naipes.
Así de simple.
Y es que el líder estatal del PRI al no tener una verdadera estructura que lo mantenga o soporte y ante la gran cantidad de enemigos que ha hecho por su mal trabajo, no tiene otra opción que pararse en la casona de la CDH a gritar.
Así como Néstor, la elite priista le sigue dando el respaldo a Alejandro Moreno, incluso ex gobernadores.
Lo cierto es que el respaldo es de puro impresentable.
La renuncia de Alito es fundamental para que el PRI siga siendo importante en el escenario opositor.
En caso contrario, tal vez ahora si estemos viendo el el principio del fin del instituto político.
Hoy, no se puede presumir estar en su equipo y muchos lo hacen.
Esa defensa se pagará pronto en las urnas.
Tiempo al tiempo.