Durante la conferencia mañanera del gobernador Miguel Barbosa Huerta, se le preguntó sobre la escasez de maíz en la Mixteca poblana, donde los precios del kilo de maíz blanco han trepado de 9 a 16 pesos por kilogramo, haciendo insostenible el negocio tortillero en la región. Ante el cuestionamiento sobre la piedra angular de la alimentación nacional –en seguimiento a un reportaje de El Sol de Puebla– el gobernador desestimó la insolvencia maicera y aseguró un abasto suficiente; instruyendo a las secretarías de Economía y Desarrollo Rural a realizar un informe al respecto.
Ante el encargo, Desarrollo Rural salió presta a informar que en la región se producían 220 mil toneladas de maíz blanco con un consumo de 142 mil; además de curarse en salud, recordando el programa específico para atender a los pequeños productores maiceros, llegando a mejorar rendimientos hasta un 100 por ciento. Fantástico. Entre sumas y restas todo pinta de maravilla, pero la crisis es un problema técnico. Y es que la industria tortillera es, abusando de la duplicación, una industria.
El diagnóstico correcto se desprende –sorpréndase– de la falta de lluvias en la región. Ante la falta de lluvias los productores han decidido no invertir en semillas mejoradas (las híbridas) y sembrado, si acaso, con semillas criollas. Al mismo tiempo, el mayor productor de maíz híbrido del país, Sinaloa, está siendo acaparado por exportaciones y el propio gobierno federal para los programas de abasto popular.
No lo malinterprete, el arcoíris de maíces azules, rojos y pintados tiene tanto de agasajo visual como de herencia cultural. Sabores acentuados, y, en algunos casos, mejores perfiles nutricionales. Pero para la industria tortillera son problemáticos ante la variabilidad de proteína, fibra, absorción de agua y otros parámetros técnicos.
Los industriales buscan la uniformidad en procesos por la simple motivación de estandarizar y obtener los mayores rendimientos. Sabiendo que un maíz de semilla mejorada puede rendir hasta 20% más que un maíz criollo, le puede quedar clara la razón para decantarse en una industria que opera para los sectores más populares de la población.
Perspectivas nacionales prevén una caída en la producción de maíz de un tercio ante sequías, siniestros, descapitalizaciones y faltas de apoyos gubernamentales serios. Parecería que el kilo de tortilla en 21 pesos nos parecerá una ganga en un futuro próximo. Esperemos errar.
P'a acocote nuevo, tlachiquero viejo
Sensible conmoción dejó la partida de Javier Gómez Marín, célebre personalidad cultural en Puebla. El comunicólogo presumía con gran entusiasmo sus grandes pasiones: el pulque y los juguetes populares.
Quien fuera director de Acervo Cultural de la Secretaría de Cultura estatal tenía la colección más extraordinaria de objetos relacionados al pulque, con más de ocho mil artículos. Desde bellísimos cacarizos y tornillos, hasta la única copia conocida del documental que mandó a hacer Hitler para documentar la producción de pulque en Puebla y Apan (en línea con los términos Pulquebereitung in Mexiko).
Quien escribe estas líneas tuvo pocas pero agradabilísimas oportunidades de platicar con el máximo referente cultural del pulque. Charlando de nuestros orígenes familiares entre los barrios de La Luz y El Alto, o las diferentes maneras de preservar la identidad de la única bebida que limpia el riñón y carga el cañón. Descanse en paz.
Entre granos y guerra
Gran ilusión despertó el acuerdo entre Rusia y Ucrania, mediado por Turquía, para liberar más de 20 millones de toneladas de grano atrapadas por la guerra; bajando los precios del trigo hasta un diez por ciento. Lastimosamente, menos de 24 horas después de firmar el acuerdo, varios misiles crucero Kalibr –presuntamente rusos– volaron hacia el puerto de Odesa, impactando infraestructura clave y elevando los precios a los niveles originales. Los efectos mariposa de nuestra economía globalizada parecerán seguir rondando un buen rato más.