La amenaza de una improbable tercera guerra mundial brincó a nuestra atención tras el ataque de Rusia, una potencia nuclear, a Ucrania. Con más de cinco meses de conflicto, esta posibilidad parece cada vez más remota. No obstante, las alertas saltaron de nuevo hace dos días cuando la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, realizó una visita a Taiwán, además de otros países del sudeste asiático.
Entre la República Popular de China, la de Beijing y comunista, y la República de China, la de Taiwán y demócrata, existe un atenuado conflicto civil desde la mitad del siglo pasado. La visita de la tercera máxima autoridad de EUA, y el mensaje de rotundo apoyo a la isla, despertó gran ira del régimen comunista.
Sin embargo, entre mensajes de profundas pasiones los que juegan con fuego perecerán por él, y despliegues de maniobras militares y marítimas, existe otra estrategia para apoderarse de la isla desde adentro: una política frutal.
La China isleña tiene como mayor socio comercial a la China continental, y dentro de este trato económico existía, desde hace años, una tarifa cero para la exportación de frutas tropicales de Taiwán –desde conocidas papayas, guayabas o carambolos, hasta las más exóticas nueces de areca o manzanas de Java.
Aquí entra la fruta estrella del comercio taiwanés: la atemoya. Esta fruta, que, aunque casi desconocida en nuestro país, tiene raíces extremadamente mexicanas.
Es un cruce entre una chirimoya, las de toda la vida, con un saramuyo, un fruto de apariencia similar que solo verá por la Península de Yucatán. Este híbrido, desarrollado en Miami, adaptado en Israel, y llevado a Taiwán, ¿fuga de biodiversidad dónde?, se volvió el producto frutal más demandado en la relación comercial desde 2008 hasta el año pasado.
En un movimiento político, que busca voltear el voto rural taiwanés en las elecciones locales de este año, el gobierno de Beijing bloqueó las exportaciones aludiendo razones fitosanitarias. El volumen no es tanto, apenas unas 14 mil toneladas de atemoyas (equivalentes a toda la producción de tabaco en México – casi todo en Nayarit, por si se preguntaba), pero suficiente para lisiar la economía primaria.
México tiene, por geografía y economía, a los Estados Unidos como principal comprador de 24 de los 25 principales productos agroindustriales que exportamos. Japón, nuestro segundo socio comercial, es menos de una treintava parte de nuestras ventas a EUA.
Diversificar mercados y exportar es un ensueño que pocos productores pueden lograr, lo que deja el mercado interno ¡de 130 millones! como el principal mercado a desarrollar. En nuestro país, lamentablemente, valuamos muy, pero muy, bajo los alimentos, y aún más bajo las frutas y vegetales. Una familia promedio mexicana, de cada cien pesos gastados en alimentos, apenas dedica cinco a frutas y once a verduras y legumbres.
Taiwán sufrió otro embargo parecido a inicios del año pasado con piñas. La sociedad taiwanesa, en un apoyo colectivo, compró en cuatro días el equivalente a toda la producción anual. Acá nos cierran al norte la frontera del jitomate tres meses y terminamos de rodillas en un ciclo productivo; no jugar con fuego es una buena recomendación.
Fluyen los granos por el Bósforo
Ucrania, tras cinco meses de tener paradas sus exportaciones marítimas por el conflicto con Rusia, realizó el primer envío de granos vía el Mar Negro esta semana. Más de 26 mil toneladas de maíz cruzaron zonas infestadas de minas marítimas, en el carguero Razoni, con el libanés puerto de Trípoli como destino final.
El goteo de tres barcos al día, por cuatro meses, deriva del acuerdo firmado hace apenas dos semanas entre representantes de Naciones Unidas, Turquía, Rusia y Ucrania. Un acuerdo paralelo permite a Rusia retomar parcialmente la exportación de fertilizantes y granos. Conjuntamente ambas acciones, de permanecer vigentes, buscarán ir apagando el fuego desatado en la pradera de los precios.