Que ahora sí el próximo fin de semana habrá humo blanco y conoceremos al nuevo presidente estatal de Morena en Puebla, o al menos eso es lo que prometió el líder nacional del partido lopezobradorista, Mario Delgado.
La información habrá que tomarla con cautela, no sólo porque seis impugnaciones se mantienen sin resolución y otras más se podrían acumular cuando se conozcan los resultados de los consejeros ganadores en las votaciones realizadas el pasado 30 de julio.
Para ello, mañana - miércoles- se oficializarán los resultados de quiénes fueron seleccionados como consejeros y es ahí donde se espera una nueva avalancha de protestas, a nivel nacional y local, ante el cúmulo de irregularidades como la compra de votos y el acarreo, que se documentaron en casi todos los centros de votación que instaló Morena en el país.
Y este nuevo aplazamiento, al menos ahora con fecha, me da pie a cuestionar con qué cara intentarán los morenistas apoyar la Reforma Electoral del presidente y tratar de que su líder moral sea quien “organice” las próximas elecciones, si no son capaces ni de organizarse entre ellos. No respetan sus propios calendarios y contar papeletas les ha llevado más tiempo que al INE cuando hizo el famoso “voto por voto”.
Está claro que todo el camino que los mexicanos hemos avanzado en temas de democracia será dinamitado por los morenistas. No respetaron las reglas del juego, sus resultados generan poca legitimidad y pareciera que la entrega de ganadores responde más a una repartición del botín en la mesa, que a respetar la voz de los militantes expresada en las urnas.
El ejercicio que realizó el Movimiento -que no partido político- está a años luz de garantizarnos a los mexicanos que son capaces de realizar una elección de altura en 2024 y no estamos para improvisar. El país está en una crisis de ingobernabilidad en donde ésta podría ser la chispa que detone la furia.
No es terrorismo, dicen en Palacio Nacional
Desde la semana pasada, compartimos la definición de “terrorismo” que da la RAE y explicamos por qué la quema de vehículos, la masacre en Ciudad Juárez y los disturbios en Jalisco y Guanajuato sí son actos de terrorismo.
Sin embargo, y para no variar, en el Palacio Nacional, donde duerme el tlatoani, tienen otros datos.
Para los actos de terrorismo de cada estado, Adán Augusto López, el secretario de Gobernación federal dio una “razón”: que si el enfrentamiento de dos grupos en el Bajío, que si el autogobierno en el Cereso de Ciudad Juárez, que si la propaganda de cárteles en Tijuana, que sí el combate al crimen organizado desató la furia en Michoacán… total, todos eran responsables de las escenas de violencia y el miedo que se infundió en esas ciudades menos el gobierno federal, ese que exige que se les respeten sus derechos humanos a los delincuentes, que se les acuse con su mamá y que apliquemos una política de abrazos no balazos.
Ni hablar, la ceguera es mucha, pero la cerrazón más.