Desde hace tres años los mexicanos celebramos al maíz. Lo hacemos casi del diario consumiéndolo en alguna de sus presentaciones, pero fue entonces que el Senado de la República aprobó declarar el 29 de septiembre como el Día Nacional del Maíz. El cruce de sincretismo entre San Miguel Arcángel y Tláloc es palpable. 

Junto la celebración transitó la aprobación de una ley, la del Fomento y Protección del Maíz Nativo. Esta ley, que ve al maíz más como objeto cultural que cultivo, es parte de una visión del campo muy particular de esta administración

Otro ejemplo lo vemos en la conferencia de antier del subsecretario federal de Autosuficiencia Alimentaria, Víctor Suárez. Esta conferencia –celebrando anticipadamente el Día del Maíz– tuvo, entre otros invitados, a las titulares del CONACYT y la SEMARNAT, María Elena Álvarez-Buylla y María Luisa Albores, respectivamente.  

Estos tres funcionarios son de los más altos representantes de uno de los dos bandos que pelean las riendas del campo mexicano. Teniendo del otro lado a defensores de una agricultura más industrial, como el titular de Desarrollo Rural o el exasesor del presidente, Alfonso Romo

Una frase del subsecretario Suárez ilustra la situación. “Dejar atrás…sepultar…superar el paradigma de la revolución verde”. Revolución verde entendida como la agricultura basada en un uso intensivo de agroquímicos y diferentes grados de mecanización

El subsecretario fue estudiante de Agronomía –con especialidad en Economía Agrícola– en la Universidad Autónoma Chapingo, terminando su carrera en el 75. Ese año, México apenas rebasaba los sesenta millones de habitantes, hoy vamos al doble de esa cifra.  

La explosión demográfica de México –a partir de los treinta– estuvo fundada en la capacidad de poder alimentar toda esta nueva población, gracias a los resultados de la revolución verde y la explosión productiva del Valle del Yaqui y otros distritos de riego. 

En aquellos tiempos, en los setenta, la frontera agrícola por ampliar era inmensa. El país llevaba centurias con las mismas tierras, el resto atrapadas por las condiciones tecnológicas de la época. Todo cambió con la revolución verde y llegamos a nuestro tope en 2007; de la fecha a ahora solo han disminuido las superficies destinadas a la agricultura.  

Hemos rebasado un punto de no retorno en la historia. Somos 130 millones de mexicanos en un entorno climático y geopolítico incierto, y queremos que todos coman tres veces al día.  

Por supuesto la agricultura debe ser más amigable con el medio ambiente, pero mirando hacia adelante. El futuro sin duda debe ser consumir productos del campo libres de pesticidas y agroquímicos tóxicos, lo que podría llamar orgánicos, pero para alimentarnos así a todos, la milpa ya se vio rebasada.  

Que no lo ataquen mucho las plagas, ni necesite fertilizante, que aguante sequía y rinda mucho, por supuesto, ese camino se llama transgénicos. Sacudámonos los temores infundados con la confianza en que los paradigmas, sin duda, deben cambiar para alimentar este mundo que nos tocó vivir.