Por ahí de abril platicábamos sobre una relativamente desconocida pandemia que iba causando destrozos por el hemisferio norte, la influenza aviar H5N1. En ese entonces la enfermedad ya había provocado el sacrificio de unos 30 millones de aves de corral tan solo en Estados Unidos, entre pollos, gallinas, patos y pavos. Para estas fechas la cifra ya creció hasta 47 millones, algo así como el doble de todas las gallinas para carne que tenemos en Puebla.
El número, aunque abultado, no es algo por lo que Estados Unidos no haya transitado. En 2015 una pandemia similar aniquiló un número récord de 50 millones, que ya van para rebasar a los gringos.
La solución en ese entonces fue bipartita. Vacunar tantas granjas como posibles, a la vez que esperar a que el verano matara de calor la enfermedad en las aves silvestres, principal fuente de diseminación del virus. Lamentablemente este año se reporta que una variedad, la llamada “de ganso o Guangdong”, ha sobrevivido el verano y pinta para expandirse cual fuego en la pradera.
Tal y como lo mencionamos el lunes, esta enfermedad fue confirmada en un gerifalte –un tipo de halcón– en la cuenca del Río Lerma, allá en el EDOMEX. El ave silvestre, que vive en el hemisferio norte y solo migra durante los meses fríos al sur, murió siendo el primer caso confirmado en el país.
El temor es palpable en la industria avícola nacional. La única herramienta que teníamos para detección y control sanitario, el Dispositivo Nacional de Emergencia de Salud Animal (DINESA), pasó de cojear a renquear a arrastrarse entre los recortes presupuestales y la visión del presidente de considerarlo un instrumento político y obstáculo para el bienestar nacional.
Las carambolas ya van en EUA. En un año el kilo de carne de pollo subió 26%, mientras que el kilo de blanquillos le pegó a casi 60%. Esto palidece ante el incremento de las pechugas de pavo, platos estelares de la tradición gringa del Día de Gracias, que se dispararon más de 110%.
En México los costos también han subido, un veinte por ciento promedio para huevo, pollo entero y pechuga, pero esto ha sido por los incrementos en alimentos y otros insumos de la industria. Dentro de poco nos puede caer la enchilada completa. Recuerde usted que esta no es ni siquiera la única enfermedad que asola las granjas mexicanas, otra variedad de la influenza –la H7N3– periódicamente causa bajas de cientos de miles de aves por brote.
La relajación de medidas zoosanitarias buscando bajar la inflación con importaciones ya ha cobrado vidas humanas, que son invaluables, pero podría empeorarse a nivel país. Desde otro panel de controversias del TMEC, el cierre de fronteras de exportación, hasta la implosión de la industria para la proteína que más consume el mexicano, con unos ochenta kilos anuales.
Y eso sin que hayamos tocado el tema de la crisis de alimento para animales que se aproxima, tema que ya le platicaré en otra entrega. Ahora sí, ni ganso habrá para que se nos canse.