Los titulares del gabinete nacional comienzan a rendir las cuentas de sus carteras ante los representantes legislativos como parte del cuarto informe de gobierno. Este viernes fue turno de comparecer ante el Senado de Víctor Villalobos, secretario de desarrollo rural (SADER), quien malabareando intentó dar buenas noticias.
Destacó que el país había incrementando la producción de alimentos en dos millones y medio de toneladas, cosa impresionante, hasta que porcentaje vemos que es crecer 0.8%.
Mientras que mucha de la culpa fue repartida sutilmente hacia el presupuesto, que está en mínimos históricos con poco más de 55 mil millones de pesos, los cumplidos también fueron muchos hacia el incremento del año siguiente, donde se rebasarán los 70 mil millones.
La celebración es agridulce. El nuevo recurso no servirá para compensar el espacio perdido por la inflación o el costo de insumos, once de cada catorce pesos nuevos serán destinados al programa de fertilizantes para el bienestar.
Ante las irregularidades por once mil millones del órgano descentralizado de seguridad alimentaria, SEGALMEX, Villalobos se lavó las manos diciendo que ya había hecho lo suyo –de mano de la Función Pública– llevando más de cinco decenas de denuncias a la Fiscalía.
Pese a todo, el año puede darse por terminado con cuentas ajustadamente positivas para SADER, donde se podrá apuntar a la economía como culpable de cualquier problemática alimentaria.
El siguiente año la dificultad de los retos se incrementa notoriamente, especialmente por retos autoimpuestos.
2023 será cuando –con amplia exageración en las comillas– veremos “la transición agroecológica de la 4T”. Esto significa que para el primer trimestre del año deberemos ver las reformas legales que prohíban el uso de glifosato y la presencia de maíz transgénico en México; esto en seguimiento del decreto presidencial de 2020 que los prohíbe a finales de sexenio.
Desaparecer el agroquímico más usado en el campo mexicano será un reto legal y técnico, donde la mejor salida sería que quedase empantanado legalmente hasta una nueva administración. Las propuestas alternativas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de sustituciones quedan muy lejos de un planteamiento serio para el calado de la realidad.
Prohibir la presencia de transgénicos se presenta como un reto igual de mayúsculo, especialmente por la interpretación del decreto. Impedir la entrada de importaciones transgénicas sería brutal. Para alimentar al ganado nacional usamos, solo de maíz, cuarenta y cinco millones de toneladas, de las cuales importamos cuatro de cada diez, la mayoría de EUA. Una importante casa consultora del mismo país estimaba osadamente un incremento de precios del maíz en México casi del cincuenta por ciento y la pérdida de casi sesenta mil empleos.
Parece que algunas propuestas de campaña son más resilientes que otras, así que no veremos al presidente renunciar a la vida que nos proyectó, para planear sobre la que nos tocó vivir.