Como humanos nos intoxicamos por gusto frecuentemente. Desde mínimas dosis de cafeína –en nuestros tés, cafés y chocolates–, hasta severos envenenamientos de etanol al beber más de lo apropiado.
Más allá de drogas de alto poder adictivo, o muy negativas consecuencias para el consumidor y su entorno, el gusto de la mayoría es tomarlas a voluntad, cuando y donde quiera. Vea la cantidad de proveedores de café que existen.
Sin embargo, en México llevamos un mes extremadamente peculiar en términos de intoxicados. Casi dos centenas de intoxicados, casi todas las víctimas menores de edad.
A inicios de mes, en los Altos de Chiapas, en Bochil, un centenar de alumnos de secundaria presentaron vómito, dolor de estómago y hasta convulsiones. Un estudio privado detectó cocaína, aunque no ha sido probado cierto por la Fiscalía local.
Chiapas, Veracruz e Hidalgo han sumado más de 160 menores que presuntamente habrían consumido alguna sustancia que haya alterado su estado de conciencia en unas presentaciones muy mexicanas: empanadas, tortas, agua de la llave o paletas.
Entre las fiscalías de los estados involucrados no ha habido explicaciones satisfactorias, y ya hasta el presidente se pronunció. A su parecer es un fenómeno causado por los efectos de masa –una psicosis colectiva– y no por una intoxicación masiva. Hasta la teoría del presidente suena más posible a que alguien esté repartiendo drogas sin ton ni son del centro al sur del país.
El presidente, que ha vertido sus principios personales antidrogas en las políticas nacionales, tendrá que confrontar sus convicciones personales en poco tiempo.
Desde el sur, el presidente colombiano Gustavo Petro ya ha jugueteado con un proyecto de ley para la legalización de la hoja de coca, además de legalización total de la marihuana. En su discurso en Naciones Unidas, por septiembre, resonó una pregunta suya: ¿Qué es más venenoso para la humanidad, cocaína, carbón o petróleo?
Un reporte de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito informaba que en 2023, la cocaína colombiana alcanzaría un récord de producción, en buena parte por la tecnología e insumos agrícolas implementados por el Cártel de Sinaloa y CJNG con sus distribuidores en Colombia.
En el norte cada vez más estados de la Unión Americana legalizan de una u otra manera su mercado de marihuana. Algunos nos muestran posibilidades de implementación.
En Nueva York, los primeros permisos –a finales de este año– para tener un dispensario de cannabis serán dados a exconvictos para fomentar la inclusión social. Además, el presidente Biden ha anunciado perdonar a más de seis mil personas condenadas por consumir o poseer marihuana.
En México, la discusión sobre el tema está empantanada legislativamente hasta inicios de 2023, al menos, mientras que el resto del continente nos rebasa en mercados, legislación, desarrollo rural, e impuestos para programas sociales. En un país donde te gravan por tus drogas, no las andas poniendo en empanadas por pura diversión.