En el calendario taurino hay algunas fechas que los aficionados esperamos con una ilusión especial. Por ejemplo, el Domingo de Resurrección en Sevilla, el 2 de mayo o la corrida de la Beneficencia en Madrid, la Goyesca de Ronda o el 5 de febrero en La México.
Los taurinos de Guadalajara agregamos a esas fechas de gran expectativa e interés, el festival que se lleva acabo a finales de noviembre en el Cortijo "Los Fernández" a beneficio de La Mesa Colorada.
El festejo de este año tenía un toque distintivo: se celebraba su vigésimo quinto aniversario. El cartel lo integraban José Antonio Ramírez "El Capitán", Antonio Ferrera, Leo Valadez, Héctor Gutiérrez y Rubén Núñez con novillos de San Isidro, Chinampas, San Constantino y San Pablo.
Al festejo taurino se le añaden toques distintivos de la más notable tradición tapatía: charrería, mariachi, gastronomía y tequila. Lo clásico, representado por autos antiguos y de colección en un desfile que realizan previo al paseíllo, se une con la vanguardia de drones y otras tecnologías.
Lo español, simbolizado por hermosas mujeres vestidas de sevillanas que arrojan claveles a los espectadores, figuras del toreo traídas de ultramar y música de pasodobles, se une a lo más mexicano ilustrado por los trajes charros que visten los toreros, el arte del floreo de reata, música vernácula o un delicioso chamorro que nos ejecutamos durante la cena.
El toreo siempre ha representado el vínculo de lo rural con lo urbano. Así, cuando un toro sale a una plaza en una ciudad como Guadalajara, México o Madrid, es una manera de unir una metrópoli contemporánea, con las ganaderías agrícolas que son una especie de santuarios ecológicos en donde se protegen ecosistemas ricos en flora y fauna.
Esta unión de lo campirano con lo citadino vía la tauromaquia alcanza su máxima representación en el Cortijo "Los Fernández". Se encuentra ubicado a la salida del área metropolitana de Guadalajara, por el mismo camino que hay que tomar para ir a las ganaderías de los Altos de Jalisco.
En el lugar hay toros, caballos, se practica la charrería, ahí han aprendido a torear muchos aficionados prácticos y se ha dado la oportunidad a aspirantes a novilleros.
El festival anual que organiza Carlos Fernández es una oportunidad de anclarnos a nuestras raíces, recordar quiénes somos, de dónde venimos y qué es lo que nos gusta hacer: pasar tiempo con la familia, comer con los amigos, bailar, cantar, beber, todo ello teniendo como eje transversal un ritual taurino.
Una tradición conecta con muchas otras tradiciones. La memoria nos permite mirar al futuro con esperanza. La usanza charra y campirana nos permite mirar lo moderno con tintes adaptativos. Lo rural es el donde se salvaguardia la esencia taurina.
Por si esto fuera poco, el festival se lleva a cabo en beneficio de la Mesa Colorada, una paupérrima colonia en el poniente de Zapopan, Jalisco. Una región marginada, alejada del desarrollo y con las peores condiciones de vida que nos podamos imaginar. Ahí, el padre Paco Escalante realiza su apostolado.
El sacerdote no sólo lleva a cabo una labor pastoral con una laudable cercanía con su grey, sino que, por medio de diagnóstico de las condiciones la zona, se dio a la tarea de romper con los círculos viciosos que atrapan a los pobladores en una espiral de violencia y desesperanza.
El padre Paco construyó la Casa Alcalde en donde ofrece a la familias de la Mesa Colorada un modo diferente de vivir. A los más necesitados les reparte despensas y cobijas.
A los demás les enseña oficios y transmite valores. Trabaja con niños y jóvenes a quienes les propone una vida más sana a través del deporte y el aprendizaje de un quehacer profesional.
Hay talleres de costura, panadería, una clínica dental, donde los aprendices practican lo aprendido y sirven a la comunidad.
Quienes asisten al festival anual en el Cortijo "Los Fernández" saben que su aportación contribuye al ministerio de fe, amor y esperanza del padre Paco.
En lo taurino, el festival del 2022 nos dejó detalles del esquicito y delicado arte de José Antonio Ramírez "El Capitan", un toro bravo de Chinampas que demuestra que el romanticismo con el que Rodolfo Camarena lleva su ganadería está rindiendo frutos, un templado quite por chicuelinas al paso de Leo Valadez, un valiente y ajustado quite por caleserinas de Rubén Núñez quien, además, nos deleitó con uno de los mejores descabellos que he visto en mi vida, desde Roberto Domínguez no presenciaba a un torero realizar la suerte del descabello con tanta torería, destreza y precisión.
Larga vida al festival del Cortijo "Los Fernández", al ministerio del padre Paco y a la generosidad de los taurinos que permite el vínculo de lo rural y lo urbano, de lo español y lo mexicano, de la tradición con la vanguardia a través de un ritual taurino.