En estos días ya llevamos un par de saludables semanas de uno de los eventos agropecuarios más importantes del estado de Puebla, la zafra 2022-2023.  

La cosecha de la caña de azúcar es un evento que emplea más de 150 mil personas, mitad directos mitad indirectos, y cuyos beneficios se derraman por toda la Mixteca y hasta un cacho de Morelos.  

El jugador más choncho es sin duda la empresa ZUCARMEX, quien administra el conocido ingenio de Atencingo. Esta procesadora tiene presupuestado atender la producción de la friolera de casi 16 mil hectáreas, o un millón y tres cuartos de toneladas de caña. Un mundo.  

Seis meses de trabajo en campo se verán capitalizados en 191 jornadas de cosecha, que es el tiempo asignado para esta zafra. Es decir, hasta mayo del siguiente año.  

La producción de caña para azúcar no es una actividad libre de controversias. Desde la inmensa cantidad de agua utilizada y su baja eficiencia en una zona golpeada por creciente sequía. Hasta las técnicas poco amigables con el medio ambiente para su cultivo, como la quema de las parcelas y la caña para preparar la recolección.  

El crimen organizado también se ceba de la industria, extorsionando y cobrando piso con total impunidad. Pero para acabar con un mejor sabor de boca ponemos el ejemplo de San Luis Potosí, cuya industria azucarera se ve amenazada por la Familia Michoacana, los Alemanes, el Cártel de Sinaloa, el Cártel del Golfo, el Cártel del Noreste, el Cártel Jalisco Nueva Generación, Los Talibanes y el Cártel San Luis Potosí Nueva Generación, nomás.

Remansos ucranianos

Aunque en México llevamos años en una guerra civil con forma de crimen organizado, sigue pareciendo irreal que el conflicto entre Rusia y Ucrania se haya alargado en los tiempos y formas que vemos.  

La normalización de las hostilidades ha insensibilizado a individuos y mercados por igual. 

En las bolsas las especulaciones trigueras llegaron a la locura en mayo del presente, cuando una tonelada de trigo rebasó los quinientos dólares americanos. Ahora vemos números más prudentes, cercanos a los trescientos verdes; cosa que sigue siendo un quinto más alto que antes de la guerra.  

Buena parte del optimismo proviene de la apertura al comercio a través del mar Negro, que permite la salida de productos tanto rusos como ucranianos, y que fue extendido otros cuatro meses de su inicial planteamiento gracias a la negociación encabezada por Turquía.  

Los rusos se ven beneficiados de las excepciones financieras hechas a empresas en el comercio de granos y fertilizantes. Mientras, los ucranianos retomaron el ritmo de las exportaciones graneras.  

México también gana en esta rebatinga, con una promesa que actualmente se encuentra en las costas compartidas del Sáhara, en Las Palmas, en la isla de Gran Canaria de España.  

Ahí se encuentra anclado el buque carguero Vega Granat, que tiene presupuestado hacer una parada en algún puerto ucraniano para recoger 18 mil toneladas del blondo trigo ucranio. De ahí, la valiosa carga partirá a México, hacia Yucatán, donde se descargará en Puerto Progreso; un curita para la inflación que nos come el mandado día a día.