El camino a figura del toreo está lleno de adversidades. En las paredes de la escuela de Madrid se podía leer: "Llegar a ser figura en el toreo es casi un milagro". La sentencia continuaba, en letra más pequeña, así: "pero al que llega, podrá el toro quitarle la vida, la gloria, jamás".

Si los obstáculos a la cumbre son muchos para un chaval español, se multiplican si quien lo intenta es mexicano. Así lo está constatando Isaac Fonseca en su primera temporada como matador de toros.

Isaac puede aprender del carácter y de la constancia de quienes lo han atecedido en esa espinosa ruta a la gloria. 

Rodolfo Gaona, en su libro íntimo "Mis veinte años de torero", confesó lo siguiente: "A ningún torero mexicano le ha costado más trabajo que a mí darse a conocer de los públicos españoles".

En su primer viaje a España tuvo que rentar un par de plazas y él mismo organizar las corridas. Es curioso que Fonseca haya tenido que hacer lo mismo, pero México… Alquiló la Monumental de Morelia y se anunció en solitario porque los empresarios de las plazas importantes le habían cerrado las puertas al conocer sus pretensiones económicas.

Fermín Espinosa "Armillita chico" tampoco tuvo un camino de rosas. Si bien su llegada a España fue más sencilla que la de Gaona, sus triunfos hicieron que, por envidia y miedo, le cerraran las puertas.

Juan Espinosa, su hermano, quien ya estaba colocado como un buen torero, le abrió paso. Incluso le dio la alternativa en Barcelona el 25 de marzo de 1928, teniendo como testigo a Vicente Barrera y toros de Antonio Pérez Tabernero.  

Fermín cautivó España desde el inicio. La crítica en Barcelona dijo después de su alternativa: "Armillita Chico no es una esperanza, es una realidad. No es niño precoz, es un torero hecho que le queda nada por aprender y en cambio muchas de nuestras figuras podrían aprender de él mucho de lo que sabe y puede (…). Artista indiscutible, valiente sin desplantes, cerca siempre de los pitones, sin trucos teatrales, tranquilo, consciente, torero de la cabeza a los pies (…) ¿Se puede pedir más a un matador con dieciséis años de edad?" (Rodríguez, Manuel. "Armillita, El maestro. Recuerdos y vivencias", Saltillo, México, 1984, p.58).

Los siguientes años en la península Ibérica fueron complejos para Armillita. En la primera fila estaban toreros cuajados como Chicuelo, Antonio Márquez, Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, El Niño de la Palma, Cagancho, Gitanillo de Triana, Vicente Rodríguez, así como dos jóvenes de alto impacto por su personalidad y estilo, Domingo Ortega y Manolo Bienvenida. A Armillita lo calificaban de frío. Fermín, con su talento, absorbía lo hecho por otros toreros para, después, poderlos superar.

En 1931 inició la temporada con triunfos en Valencia (dos orejas y rabo) y Granada (cuatro orejas a toros del Conde de la Corte). 

El parteaguas llegó el 24 de mayo en Madrid en una corrida de Terrones alternando con Fortuna y Nicanor Villalta. De las crónicas de aquella actuación se infiere que Armillita no sólo era un maestro poderoso, sino un creador que tenía la elegancia de Gaona y la maestría de Gallito.

A partir de esa tarde Manuel Mejías Bienvenida "El Papa Negro" intentó impedir que el mexicano toreara en las plazas importantes de España y así cuidar a su hijo, Manolo Bienvenida.

La campaña de desprestigio de los Bienvenida provocó que muchos empresarios lo vetaran. Armillita se tuvo que refugiar en Francia, Portugal y Bilbao, donde se convirtió en un ídolo de la afición.

Según lo explica José Carlos Arévalo: "Había mantenido una larga lucha en su marcha ascendente durante varios años en España, observando cómo toreaban más otros diestros que valían mucho menos, era un torero que solo hablaba en el ruedo y permanecía absolutamente callado en los entre bastidores del toreo" (Arévalo, José Carlos. "El secreto de Armillita". Fundación Marrón, 2011, p.141).

La situación del maestro de Saltillo cambió a partir de la corrida de la Prensa en Madrid en 1933. Un corridón de toros de Carmen de Federico (antes Murube) para Fermín Espinosa, Domingo Ortega y Manolo Bienvenida. 

La corrida era tan seria e imponente que el Papa Negro prefirió mandar un parte facultativo para justificar la ausencia de su hijo Manolo.

Armillita triunfó en grande y se colocó en la cima del toreo. Ese año lidió 53 corridas, al año siguiente toreó más de 60 y en 1935 encabezó el escalafón con 64 festejos (mismo número que Manolo Bienvenida).

Así que las dificultades que experimenta Isaac Fonseca no son nuevas. Pese a sus contundentes triunfos como novillero, no fue anunciado en Castellón, Valencia o  Sevilla.

Tiene solamente una corrida en Villaseca de la Sagra y la tarde de la confirmación de alternativa en Madrid el 15 de mayo. Como consolación, lo incluyeron en la Copa Chenel, un certamen de oportunidades organizado por la Fundación Toro de Lidia para diestros que torean poco.

En su primera incursión como matador de toros en México, pese a los vetos, la sencillez, autenticidad y valentía de Isaac Fonseca conquistaron al público. Triunfó en casi todas las tardes. A pesar de ello, no le abrieron las puertas de Guadalajara, Monterrey, Aguascalientes y León. Estoy cierto que estas vicisitudes lo siguen preparando para la guerra que ahora inicia en España.

Ojalá que el espíritu que ha heredado de Gaona y Armillita le den la fuerza para cruzar el umbral del milagro y acercarse a la gloria del toreo.