Este domingo 19 de febrero se presentará un cartel de tres rejoneadores en la temporada de la plaza "Nuevo Progreso" de Guadalajara, lo que nos brinda una buena ocasión para hablar de la gran importancia del caballo en el origen del toreo.

Desde la prehistoria el toro salvaje fascinó al ser humano. Esto se aprecia en las pinturas rupestres, por ejemplo, de la cueva de Lascaux en Francia o en cerámica griega en donde se observa a sacerdotisas de Creta saltando toros.

No obstante, el toro desapareció del resto de Europa y fue criado únicamente en España. Pepe Alameda aborda esta interrogante de la siguiente manera:

"En medio del mapa de Iberia hay un toro y en los demás países no lo hay. ¿Qué diferencia geológica, ecológica o biológica  ha motivado este contraste? Ninguna. Entre España, Grecia o Italia, por ejemplo, hay una similitud de clima y homogeneidad de cultura evidentes" (Alameda, 1980, p.14).

La tecnificación de la agricultura a partir de la Edad Media fue una de las principales causas de la desaparición del toro salvaje en Europa. El toro salvaje, al igual que otros animales como el jabalí o el lobo, era un adversario de la agricultura. Dañaba cultivos e inquietaba a los campesinos.

Para hacerlo compatible con el trabajo del agricultor había que castrarlo, convertir al toro en un animal que no fuera salvaje, una bestia propia para el arado. Pepe Alameda lo llama un "no toro".

España vivió en guerra con los árabes casi ochocientos años, tiempo en el que se modificó el comercio en el Mediterráneo y se cambiaron las costumbres. Esto marcó una diferencia entre España y otros países europeos. Pepe Alameda lo llama "la triste paz y la fecunda guerra" (1980, p.18).

No oculta con este comentario su pasión por la fiesta de los toros, ya que el sedentarismo de Europa hizo florecer la agricultura ("a triste paz"), mientras que la guerra en España dio origen al toreo a caballo y de esta manera a la crianza del toro bravo ("la fecunda guerra").

La hipótesis de Pepe Alameda es que el caballo es causante del nacimiento de la tauromaquia y del toro de lidia. La necesidad –creada por la guerra– de adiestrar y mantener en forma a la caballería fue el origen del toreo.

El toro empezó a criarse organizadamente hasta desembocar, siglos más tarde, en el moderno toro de lidia. El toro –que era una bestia salvaje– se convirtió en ganado. Nació así la ganadería brava. 

Pepe Alameda ve también en el caballo una unión entre España, América y el toreo. "Se fueron los musulmanes de la Península, pero no se fue el caballo, que sería el puente vivo de unión entre España y América; el caballo no hizo el descubrimiento, pero sí la conquista. Y sobre el caballo llega a América la fiesta de los toros" (Alameda, 1989, p.25).

Francisco López Izquierdo, en su libro sobre "Los toros en el Nuevo Mundo", comenta que algunos frailes importaron ganado bravo para proteger sus territorios.

Podemos inferir que era una práctica usada también en España por órdenes religiosas, era más económico tener ganado salvaje que cercar amplias extensiones territoriales. Es decir, podríamos suponer que los orígenes de la ganadería brava en España no fueron exclusivamente bélicos como lo afirma Alameda. 

Gonzalo Santonja Gómez-Agero ha estudiado archivos municipales y eclesiástico de Castilla y León y rebate la idea de que el toreo se originó exclusivamente en Andalucía y por la guerra de la Reconquista. Sus libros aportan referencias de que existían ganaderías de bravo, al menos, desde el siglo XIII.

Las investigaciones del profesor Santonja (2010, 2012 & 2013) han demostrado que hubo toreros de a pie en Castilla y León realizado por plebeyos desde el siglo XVI (si no es que antes).

También ha hallado contratos de toreadores y sus cuadrillas a inicios del siglo XVII, con lo que se infiere que hubo espectáculo taurino profesional desde aquella época. 

Más allá de las discrepancias entre los historiadores, es un hecho que el caballo ha jugado un papel preponderante en la evolución del toreo.

El rejoneo forma parte de la tauromaquia y, además, atrae a un público distinto que fascinado por la belleza de los equinos aprecia el adiestramiento y la lucha contra un animal noble y bravo.