Bastaron unas horas de la madrugada, para que la aplanadora morenista en San Lázaro hiciera de las suyas y aprobara de un plumazo atómico, la destrucción masiva de dos organismos: el Insabi y el Conacyt.
Comandados por Nacho Mier, los diputados morenistas reconocieron que el Insabi, ese instituto de salud que crearon tras asesinar al Seguro Popular, simplemente no logró funcionar en tres años.
Los reportes del enorme desabasto que se presentó en los hospitales, la falta de medicamentos, las citas “urgentes” que tardaban hasta 5 meses en llegar, la falta de todas las vacunas, las solicitudes para que fueran los propios pacientes quienes consiguieran desde gasas hasta fórmulas oncológicas, la opacidad y hasta las designaciones directas, fueron constantes.
En todos los tonos, desde lo más delicado, hasta lo de fácil solución, el tema del Insabi fue un dolor de cabeza para pacientes, familiares, enfermeras, médicos y administradores; desde Baja California hasta Chiapas.
En números redondos, durante sus tres años de operaciones (desde el 1 de enero de 2020), el Insabi contó con un presupuesto de 500 mil millones de pesos, en muchos casos, dinero señalado por la falta de transparencia en las compras o los subejercicios.
El Insabi, reconocieron los propios diputados de Morena, fue un fracaso, jamás logró darnos el nivel de salud pública de Dinamarca que prometió López Obrador ni siquiera alcanzó a cubrir el mismo cuadro de enfermedades que tenía el Seguro Popular.
Desaparecer al Insabi es dejar en el desamparo médico a casi 15 millones de mexicanos pobres que carecen de seguridad social y que hoy en caso de requerir atención médica por una urgencia, una enfermedad crónica o un accidente, simplemente no tendrán a dónde acudir.
El Insabi no es lo único que la sesión maratónica y atómica mató. Lo fue también la Financiera Rural y el Conacyt.
La 4T ahuyenta el talento mexicano
Para nadie es un secreto que la 4T está peleada con el conocimiento y la ciencia, además de que el Conacyt ha sido utilizado lo mismo para decir que México produciría sus propios ventiladores, que para vendernos una vacuna contra la Covid (Patria), que nunca llegó.
El recorte a las becas que permitían a nuestros talentos mexicanos ir al extranjero a aprender nuevas técnicas, fue un primer sablazo, se sumó la estocada de los recortes a las becas de estudiantes nacionales en escuelas privadas. En la agonía, se aventaron puntadas como prohibir que las mujeres se embarazaran mientras gozaban de una beca Conacyt.
Ahora, la aplanadora morenista dio el golpe final y mató al Consejo. Decidió cambiarle el nombre, darle peso a “las humanidades” y de paso, incluir al ejército y la Marina en la Junta de Gobierno del nuevo Frankenstein.
Con estos “incentivos” está claro que el gran talento mexicano apostará por huir y engrosar las cifras de la fuga de cerebros, antes que apalancar el desarrollo y crecimiento de México.
Un error que nos costará años, décadas, de avance científico y todo por aprobar las leyes que manda el tlatoani, sin moverle ni una coma.
La 4T en lugar de rendir cuentas, permitir el bienestar de los mexicanos y promover el avance científico del país, aniquiló de un plumazo atómico a las instituciones… Ya lo había dicho el inquilino de Palacio Nacional: Al diablo las instituciones.