Durante tres días seguidos, el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha utilizado sus mañaneras para cobrar venganza contra los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, luego que los magistrados declararon inconstitucional la primera parte del llamado Plan B.

En su embestida, AMLO no reparó en los riesgos y decidió enlistar, en cadena nacional y viralizar en redes, los “40 privilegios” de quienes se encargan de defender la constitución.

Al presidente se le olvida, convenientemente, que los sueldos, prestaciones y bonos con los que cuentan los integrantes de la SCJN existen para tratar de garantizar la independencia de los jueces de la última instancia.

Y lejos de reconocer la enorme valentía de las y los ministros que decidieron defender la ley y rechazar su Plan B, López Obrador se emberrinchó y decidió emprender una serie de atentados contra uno de los tres Poderes del Estado (con mayúsculas).

Montado en la idea de “El Estado soy yo”, AMLO manda a sus huestes lo mismo a insultar vulgarmente a la ministra presidenta, que amenaza con recortar presupuestos, desaparecer la autonomía de la Corte o ventilar los ingresos de los ministros, haciéndolos vulnerables ante el crimen organizado.

El Presidente ha dejado claro que para él la división entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial simplemente es una idea obsoleta y que, peor que en el presidencialismo, todo el poder debe quedar concentrado en una sola persona: él.

De ahí que su, ahora llamado Plan C, para de manera inconstitucional obtener mayoría absoluta en el Congreso de la Unión -en las próximas elecciones-, sea una alerta que no podemos pasar por alto.

El inquilino de Palacio Nacional creyó que, si las leyes electorales no le acomodaban para garantizar su continuidad después de 2024, él podría crear sus propias reglas y utilizó a sus aplanadoras en las Cámaras de Diputados y Senadores.

Lo que el señor López olvidó, es que nuestra democracia prevé justamente la división de los Poderes.

Andrés Manuel logró pervertir y corromper a los legisladores de sus partidos aliados. Generó que, violando el proceso legislativo, se aprobaran reformas sin siquiera leerlas y menos discutirlas. Algunas tan absurdas que tuvieron que ser nuevamente reformadas, ante su inoperancia.

Sin embargo, lo que el tlatoani no quiso ver fue que en la SCJN se toparía con pared y que serían los magistrados quienes le pusieran el freno a su descarrilada ambición.

El problema seguirá escalando. Algunos grupos de la sociedad civil han comenzado a llamar a concentraciones y mítines para defender a la Corte, en una semana, la próxima, que nuevamente será histórica por casos como el del INAI y la segunda parte del Plan B.

En el extremo contrario, ya lo sabemos, polarizando al país a través de sus mañaneras, López Obrador continuará presionando, amagando y desacreditando el trabajo de las y los magistrados, para tratar de intimidarlos.

Los ministros han demostrado que cumplirán con su juramento y defenderán nuestras leyes, ¿podrán continuar con ello?

Veremos y diremos.