No sé quién fue el primer analista político que utilizó el término obradorato, pero seguramente lo hizo en referencia a lo que conocemos como el Maximato, ese periodo de tiempo del gobierno de Emilio Portes Gil, donde el que se hacía llamar el “jefe máximo de la revolución” tenía gran influencia política y se hacía sentir como una sola voz y voluntad en el ejercicio gubernamental.
Pues en México, parece que López Obrador quiere repetir esa nefasta parte de la historia para ampliar su poder y voluntad, al tiempo marcado por la constitución para ejercer el cargo.
Por eso me parece aplicable utilizar el término desde ahora, para alertar sobre la posibilidad de perpetuarse en el poder y seguir tomando las decisiones de gobierno a través de la persona que ejerza la presidencia.
Por eso hay que decir que existe un obradorato que explotó hasta donde pudo el discurso de combate a la corrupción del sexenio pasado y que ahora, no quiere ni voltear a ver la corrupción de sus familiares y de sus funcionarios más cercanos, minimizando los hechos que han sido acreditados por diferentes fuentes.
Es decir, en el obradorato sí se roba, y si los que roban son sus incondicionales, se les permite.
Por eso hay que decir que existe un obradorato que engañó con aquello de que atendería primero a los pobres, cuando sus prioridades siempre fueron sus obras insignia, que, a casi 5 años de su gobierno, la refinería no ha refinado un solo barril de petróleo, a pesar de haber sido inaugurada meses atrás; el aeropuerto Felipe Ángeles todavía no tiene buenos resultados, ni vías de comunicación adecuadas para llegar; y un tren maya que además de haber elevado su costo, en casi tres veces a lo dispuesto originalmente, no se sabe para cuándo empezará a funcionar.
Es decir, en el obradorato sí se miente y se trata de engañar con la verdad.
Por eso hay que decir que existe un obradorato que traicionó, desde el momento mismo en que protestó guardar y hacer guardar la constitución, porque la constitución le estorba para sus fines.
No respeta la división de poderes y desde el primer momento ha querido tener el control del poder legislativo y apoderarse del poder judicial, a partir de la amenaza pública y la descalificación personalizada, llegando incluso a afirmar, que son traidores a la patria aquellos que se oponen a su mal llamada cuarta transformación.
No respeta ni reconoce los contrapesos institucionales que deben garantizar orden, transparencia y acceso a la información pública gubernamental, porque le estorban en su afán de tener el control de todo y de apoderarse del discurso que transmite su verdad y que no puede ser cuestionado.
Es decir, en el obradorato también se traiciona.