La sabiduría popular bien lo reza, nadie experimenta en cabeza ajena. Tan solo faltó que el gobernador Sergio Salomón acudiera a Zacatlán en días pasados para observar la desgracia medioambiental que representó el incendio forestal equivalente a 12 Parques Ecológicos, 53 Parques del Arte, o 1,130 campos de futbol (tome la analogía que mejor le sirva) para llegar a una certera conclusión: las quemas agrícolas no benefician gran cosa.
Ahí vamos, desprendiéndonos de la cordura, prendiendo mechas al pasto, a los bosques, a todo lo que fue verde… por así haberlo hecho nuestros ancestros. Como lo hemos mencionado en este espacio, la práctica hacía tremendo sentido para una agricultura previa a la modernidad.
Nuestro abrazo con el fuego era tan vital como el de un niño con su madre. Sin bestias que nos ayudaran en las labores del campo, recurrimos al fuego para limpiar y preparar la tierra para nuestra siembra. Fue un pacto de necesidad, una suerte de matrimonio concertado con Huehuetéotl. Empleábamos el incendio, no por un capricho piromaníaco o un desprecio a los brazos verdes de Chicomecóatl, sino por la necesidad de sobrevivir en un entorno duro y caprichoso. ¿Acaso no somos todos hijos de la necesidad? Sin pesticidas ni fumigantes, solo teníamos a este aliado primordial. En las llamas encontramos purificación y protección, aunque fuera una solución precaria y temporal.
Siendo espectador de humo, cenizas y tierra yerma –producidos muy seguramente por una quema agrícola fuera de control– el gobernador Salomón propuso lo que muy pocos gobernantes se atreverían a decir. Hay que ver cómo modificar la ley para prohibir estos fuegos agrícolas. Así, tajante.
Ocho de cada diez incendios en Puebla se generan por una quema agrícola. La mitad por un fuego legal salido de control, la otra mitad por un fuego ilegal salido de control. La cosa queda clara para atacar de raíz las causas de los incendios forestales.
El correcto racionamiento del gobernador poblano contrasta con otras propuestas bien intencionadas, pero mal establecidas, como la de la diputada Tonantzin Fernández en su iniciativa de reforma a la Ley de Desarrollo Forestal del estado. ¿Su propuesta? Campañas de difusión permanentes. El infierno está empedrado de buenas intenciones.
Una propuesta de prohibir los fuegos agrícolas no puede ser el decretazo de una ley casi imposible de implementar, debe ir con pies, manos y cabeza. Apoyos de mecanización para la limpieza de terrenos, fertilización, y control de malezas. Un ofrecimiento bien armado que haga abandonar una práctica sine qua non para cientos de miles de agricultores poblanos.
Quien esto escribe, en su paso por el gobierno estatal, propuso junto con un grupo de expertos la creación de una ley de quemas agrícolas que atara de manos a quienes quisieran hacer uso de la 015 de SEMARNAT; la norma oficial del gobierno federal para quemas agrícolas. La propuesta fue ignorada por “atentar contra las costumbres de nuestros agricultores”. Dejemos de jugar con fuego y que los vientos del cambio soplen a nuestro favor.