Dicen que el toloache posee un vigoroso poder amoroso, capaz de unir corazones y encender pasiones, como pócima sacada de cuento de hadas, capaz de unir los destinos de los enamorados y desenmarañar los hilos del corazón.

Lo cierto es que el extracto de Datura inoxia, la flor de la que se extrae el toloache, contiene atropina, escopolamina y hiosciamina, alcaloides con propiedades suficientes para privar del juicio a cualquier inocente que tome el brebaje. No solo perderá el juicio, pues puede perder hasta la vida. La dosis letal de la escopolamina es de 100 miligramos en adultos, siendo una décima parte de ella ya mortífera para un niño.

Sin embargo, millones de mujeres toman de manera recurrente su versión médica sin la menor preocupación. Estamos hablando del antiespasmódico Buscapina, el alivio más recetado del mundo para los cólicos menstruales.

Esa es la evolución moderna del conocimiento. Los saberes ancestrales, envueltos en la neblina de la superstición nos susurran valiosas enseñanzas, pero el telón de la ciencia moderna se levantó, y en su escenario se presentaron las herramientas del razonamiento y la observación metódica.

La Secretaría de Educación Pública se ha colocado en el centro de la controversia con las versiones preliminares de sus planes de estudio, donde la herbolaria es uno de los contenidos del pensamiento científico –le llaman ellos– para los chamacos de cuarto de primaria, reconocida como práctica sociocultural parte de los saberes ancestrales. Para tomarse un té de tila, o su ansiolítico de confianza.

Se nos está volteando la tortilla

Hace algunas entregas le comentaba sobre la apresurada modificación de la norma oficial mexicana –la 187– que regula la masa, tortillas, tostadas y harinas, y los fuertes choques que traería una ley redactada sobre las rodillas. Recuerde que esta modificación tiene como principal objetivo evitar la presencia de transgénicos en todos los anteriores productos.

Ante la ridícula idea de que las tortillerías sean las encargadas de mandar a hacer los estudios que aseguren la ausencia de genes prohibidos, organizaciones sociales y comerciales han comenzando a quejarse de esta torpe medida. En México existen más de 100 mil tortillerías, aunque tres actores (MINSA, GRUMA y DICONSA) dominan la proveeduría de harina, siendo ellos quienes debieran encargarse de las medidas precautorias, a decir de los pequeños productores.

Las quejas contra la norma oficial también vienen del otro lado de la frontera, pues su implementación debe hacerse en base al Tratado de Libre Comercio, el cual no se puede aplicar ahora sí y ahora no, como pretende esta administración.

Desde fuera, alejados de las dinámicas agropecuarias y alimentarias, es muy sencillo envolverse en la bandera contra el maíz transgénico. La industria avícola, fundamental para el desarrollo de nuestro estado –Tehuacán–, consume 10 millones de toneladas al año de maíz amarillo para generar las proteínas en las que los mexicanos basan su alimentación, las más baratas del mercado, pollo y ¡huevos!