Hace una semana expiraba un acuerdo que fuertemente logró bajar el costo de los alimentos en los últimos doce meses. No hablamos del fallido plan federal contra la inflación y la carestía (PACIC), pero de la Iniciativa de Grano del Mar Negro, que permitía el flujo de productos agrícolas vía marítima bajo la supervisión de Turquía en su rol de mediador entre Rusia y Ucrania.
La iniciativa, firmada hace un año, abrió la puerta a mover 33 millones de toneladas de trigo, maíz y otros granos ucranianos hacia los mercados globales, facilitando un descenso de un tercio de costos. Rusia también cosechó beneficios, pues sus fertilizantes y productos agrícolas aprovecharon las rutas libres de minas marinas, contando además con la supervisión de los barcos por parte de la ONU y Turquía para evitar la entrada de más armas occidentales al conflicto.
El domingo, a horas de expirar el acuerdo, Rusia arremetió con misiles, drones y bombas contra una serie de ciudades costeras ucranianas, mostrando especial saña al atacar el puerto de Odessa, que en tiempos prebélicos ostentaba una vida nocturna similar a Cancún o Ibiza.
Víctimas materiales de la agresión hay muchas, como su catedral ortodoxa del siglo XVIII o el centro histórico patrimonio UNESCO, pero el más grave fue a la infraestructura de exportación portuaria, que tardará más de un año en ser reconstruida.
Quemando 60 mil toneladas de granos –el peso de dos barcos Titanic– Rusia anunció su plan de chantajear de nuevo al mundo con la seguridad alimentaria. Las afectaciones las sentiremos los mexicanos pronto en el bolsillo, pues el año pinta complicado en todos los escenarios.
Nuestros principales proveedores de trigo, Estados Unidos y Canadá, se las están viendo complicadas para la cosecha gracias a la sequías que atrasarán y disminuirán rendimientos. Otros gigantes trigueros en el mundo se las andan viendo igual de mal, pues las cosechas de Argentina y Australia para el siguiente año se irán a pique con la falta de humedad en sus suelos.
Dirá que a falta de pan son buenas las tortillas, pero el granero nacional que es Sinaloa se encuentra descapitalizado por más de 10 mil millones de pesos ante la mala operación de SEGALMEX y la apreciación de la moneda mexicana, por lo que las labranzas serán mucho menores en el estado que siembra 4 de cada 10 kilos nacionales. Es más, ni para freír tortillas frías, pues siendo Rusia y Ucrania los mayores exportadores globales de aceite comestible los precios van de nuevo para arriba.
Será arroz con frijoles, puede pensar, aunque India y Zacatecas nos lo hace replantear. La brutal sequía que azota entre Saltillo y Fresnillo va en camino a descarrilar un tercio de la producción nacional. Mientras, la India –productor de 40% del arroz mundial– ha cerrado las puertas de exportación ante el temor de no poder alimentar a su población de mil millones y medio.
El precio de los alimentos, a merced de idas y venidas del mercado internacional, amenaza con desbordar el bolsillo e instalar al hambre como comensal frecuente en nuestro banquete nacional. Ataques que redujeron a cenizas miles de toneladas de granos en otros confines del mundo nos recuerdan que, aunque parezcamos distantes, somos uno con la humanidad en su afán de sobrevivir.