El lunes pasado le conté en breve el futuro inmediato que se acerca para el abasto de granos a nivel mundial, así como sus significados hacia México. Esto tratando de entender los diferentes efectos que tendrán eventos como la guerra en Ucrania y la negativa rusa para ampliar el acuerdo que facilitaba el transporte marítimo de granos, o las dificultades climáticas que traen el calentamiento global o el Niño/Niña.

Este tipo de análisis, aunque a futuro, son reactivos, reaccionando ante innegables eventos en el escenario global. Las interpretaciones preventivas en el mundo agropecuario suelen ser a plazos mayores, pero países como el nuestro son pésimos para anticipar y prepararse.

China se ha embarcado en una ambiciosa travesía para reducir su dependencia de la cosecha foránea del oro amarillo, ese grano que alimenta a los rebaños del gigante asiático. Sus consumos son masivos, aún comparados contra un país elotero como el nuestro. China consume 250 millones de toneladas de maíz, México (sumandos maíces blancos y amarillos) produce una décima parte de eso. Y somos el pueblo del maíz.

Así, aunque China es el segundo productor de maíz en el mundo, importa enormes cantidades y montos del primer productor, Estados Unidos. La cantidad no es menor, el año pasado fueron 5 mil millones de dólares.

En la comparación China contra Estados Unidos, medidas las diferencias, encontramos muchas similitudes con el escenario mexicoamericano.

Los rendimientos son de casi el doble de una nación a otra. Los suelos están severamente contaminados, tanto por industria como por malas prácticas agropecuarias, y los agricultores fertilizan hasta cuatro veces lo necesario al no tener estudios del suelo o aplicaciones eficientes. Podrá imaginarse de qué lado se alinea México.

En este caótico escenario, China se ha encontrado en una encrucijada geopolítica de dependencias alimentarias, donde buscan desesperadamente nuevos socios comerciales que le permitan diversificar sus fuentes de abastecimiento.

Es aquí donde entra el tercer productor de maíz del mundo, Brasil, país donde China ha vertido miles de millones de yuanes para hacerse de terrenos o forjar alianzas económicas que le permitan sustituir la subordinación gringa. Los acuerdos son tan avanzados que es muy probable que este año Brasil sustituya a EUA como principal exportador de maíz al país mandarín.

Esto dejará bailando más de 5 mil millones de dólares de maíz amarillo, altamente subvencionado, sin mercado aparente. México, que en 2022 importó una cantidad ligeramente menor a esa en maíz, está en las miras para ese titipuchal de elotes, por lo que el gobierno gringo busca a toda costa evitar que México prohíba legislativamente la entrada del maíz transgénico.

La apuesta irá a un doble o nada y México tendrá fichas para jugar. Desde negarse rotundamente a la entrada de maíz gringo transgénico, con los costos políticos y económicos asociados, o permitir mayores cuotas de entrada para asegurarse un alimento ganadero a bajísimo precio con las posibles repercusiones sobre los productores y dietas mexicanos. La ecuación se adereza con la cantidad de maíz que se volverá bioetanol para los autos gringos o la entrada del tratado entre Mercosur y la Unión Europea. Mejor damas, chinas.