Con sus raíces en cada elemento de nuestra existencia, la tecnología ha tejido una red invisible que conecta todos los aspectos de una sociedad que se sumerge en el espejismo de la cotidianidad, donde lo extraordinario se diluye en lo trivial. La semana pasada dos hechos acudieron a los titulares para recordarnos los fantásticos tiempos que nos han tocado vivir.
El miércoles anterior, en una audiencia de dos horas y media, un comité de seguridad nacional en la cámara de representantes norteamericana sacudió al mundo con la declaración de tres militares gringos en retiro. La declaración merece su propio párrafo.
Hay cuerpos de inteligencia no-humana bajo el resguardo del gobierno estadounidense. Que hay extraterrestres del otro lado de la frontera pues.
Estas declaraciones vinieron con tres puntualizaciones. Estados Unidos está en posesión de aeronaves no-humanas. En estas recuperó restos biológicos no-humanos. Y de estas naves han hecho ingeniería inversa para obtener tecnologías. No avance sin leer lo anterior un par de veces.
Juramentados para decir la verdad, y en pleno capitolio gringo, es difícil imaginar que los tres exmilitares mintieran por convivir. Aunque, ¿es más difícil imaginar vida inteligente más allá de nosotros?
Un hallazgo de tal magnitud trascendería las fronteras de la ciencia y la tecnología para adentrarse en lo más profundo de nuestra psique colectiva. Cuestiones fundamentales que durante siglos nos han inquietado, como el origen y el propósito de nuestra existencia, se verían desafiadas de manera abrumadora. La noción de que no estamos solos en este vasto cosmos nos confrontaría con nuestra propia insignificancia y, al mismo tiempo, con una conexión inesperada a otros seres que recorren un camino de vida inteligente.
Este encuentro intergaláctico desencadenaría una auténtica revolución en nuestra manera de pensar y de vivir. Cuestionaríamos nuestras creencias, nuestra ciencia, nuestras formas de gobierno y hasta nuestras diferencias. Quizá, nos mostraría lo intrascendentes que son nuestras disputas y nos recordaría la importancia de la colaboración y la solidaridad.
¿Le parece exagerado y una tomadura de pelo una noticia así? Considere entonces la otra noticia, el descubrimiento presuntamente alcanzado por un grupo de científicos surcoreanos de un superconductor que funciona a temperatura/presión ambiente, el LK-99.
Todos los materiales que transmiten electricidad presentan obstáculos, como la fricción, que hacen perder poder en forma de calor. No obstante, existen materiales que a bajísimas temperaturas (más frío que el espacio) permiten el flujo libre de la energía. LK-99 permitiría lo anterior en condiciones ambiente, lo que sería un éxtasis del ingenio humano.
Con la superconductividad a temperatura ambiente, la eficiencia energética alcanzaría niveles insospechados, y nuestra huella de carbono se reduciría drásticamente; nuestras redes eléctricas se convertirían en corredores impecables, donde la energía fluye sin resistencia, como un río caudaloso desbordado por el talento científico. Un paso gigante hacia un mundo más sostenible, donde la naturaleza danzaría en armonía con nuestras creaciones.
Los dispositivos electrónicos serían una joya de la corona de esta nueva era. Su teléfono, computadora o incluso un flamante automóvil funcionando sin esfuerzo, sin calentamiento, sin límites. Las restricciones de la exploración espacial se desvanecerían, permitiendo a la humanidad alcanzar las estrellas con facilidad, descubriríamos los secretos más profundos del universo y se abrirían nuevas puertas a la comprensión del cosmos.
Vivimos una época portentosamente revolucionaria, como no ha conocido la historia de nuestra civilización, entrelacemos la política con la ciencia para una conducción consciente que lleve a la humanidad a un nuevo curso. Lea todo lo anterior de nuevo y emociónese de lo que nos ha tocado vivir.