Un tumulto de reacciones sobre la nueva edición de los libros de texto gratuitos ha permeado la opinión pública. Padres de familia, entidades religiosas, funcionarios, empresarios y columnistas, unos a favor de su distribución, la mayoría en contra, se han enfrascado en acaloradas discusiones que parecen estar lejos de llegar a una conclusión.

Quienes acusan a la edición a cargo del ahora muy polémico Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), de ser un intento de ideologizar con los valores de la llamada 4T, olvidan que, de hecho, los libros de texto siempre han sido uno de los tantos instrumentos oficiales para transmitir en masas el discurso del régimen en turno. Ahora, claro, la proclamación de la Nueva Escuela Mexicana, ha hecho este proceso más explícito.

Nada de esto, por lo tanto, es una sorpresa. A lo largo de los sexenios, los mandatarios y funcionarios se encargan de permear, a través de diferentes canales y lenguajes, el entorno y la opinión ciudadana con valores partidistas y que contribuyen a legitimar el poder. Por ejemplo, en el ámbito urbano, los colores van y vienen. Rafael Moreno Valle ordenó pintar con tonos azules panistas los techos visibles desde el teleférico en Los Fuertes, mismos ostentados por el estadio Cuauhtémoc, cuya renovación se realizó durante su administración. Ahora, bajo Morena, las tonalidades guindas inundan los elementos decorativos de los edificios, las patrullas, las placas de los automóviles.

Lo verdaderamente preocupante es que estos colores, estos intentos de partidizar, terminen tocando la educación. Por ahora, hay recursos interpuestos para prohibir la distribución del material en los estados de Chihuahua, Coahuila, Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes, Yucatán y Nuevo León, en su mayoría gobiernos de oposición. Mientras, otros tantos adeptos a López Obrador han refrendado su apoyo a la Nueva Escuela Mexicana. Todo se reduce a una confrontación política donde, por cierto, la educación es el tópico menos importante. ¿Al menos tendrán la disposición para sumar en beneficio de los estudiantes? El tiempo corre.

No quiere decir que los libros de texto gratuitos no sean un elemento fundamental en la formación de los estudiantes, sobre todo, en la educación pública. Sin embargo, no es posible olvidar que hay otros asuntos pendientes. El acceso a la educación, la deserción escolar, el diseño de los planes de estudio, la formación docente, las instalaciones adecuadas, son parte de esos rubros. Habrá que estar pendientes a los resultados de la Encuesta Nacional Sobre Acceso y Permanencia en la Educación (ENAPE) del año en curso publicada por el INEGI.

El alboroto nos debe dejar ciertas interrogantes: ¿Qué tanto nos interesaba la educación en México antes de la polémica sobre los libros de texto gratuitos? Y, quizá lo más importante, acabada la controversia ¿que tanto nos volveremos a acordar del asunto? La educación debe, o al menos debería, ir más allá del debate político.