Entre los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y México –en el marco del tratado de libre comercio– existen decenas de disputas comerciales. Cada una avanzando a diferentes ritmos, aunque todas al compás de la conveniencia política y económica. Son países, no mensos.

Canadá y México, plenamente convencidos que las reglas de origen de piezas automotrices les era perjudicial, fueron legalmente sobre Estados Unidos y le ganaron en enero de este año la disputa. Pero es todos contra todos.

México, y los otros dos en contra, mantienen en punto muerto las demandas energéticas, pues parece que conviene a los demandantes esperar e intentar negociar con la siguiente administración. Los temas están tan ideologizados, involucran tanto dinero y son tan a largo plazo que amerita la paciencia.

En arbitrajes en contra México gana, pues tenemos 17 por violaciones contra el TMEC. Siete este año y dieciséis de este sexenio, amén de arrastrar algunas de pasadas administraciones.

Sin embargo, en estos días detonó una de las demandas con mayor sello de la Cuarta Transformación: la soberana decisión mexicana de prohibir importar maíz transgénico.

Ante la negativa mexicana, se activaron los mecanismos para resolver controversias, escalando hasta el panel, que deberá formarse en menos de un mes. Ahí, la decisión queda en manos de tres expertos, mismos que son reclutados por las partes involucradas.

¿Por qué mover esta demanda por parte de Estados Unidos y no cualquier otra? La razón es potentemente política.

El mayor flujo de maíz hacia México proviene de Iowa. En este estado de la Unión Americana se lleva a cabo uno de los eventos más relevantes en el proceso de nominación del presidente gringo. Si Biden logra revertir las medidas de López Obrador ganará importantes fichas y favores electorales en su carrera por la reelección.

Pero no solo es esa medida, es la munición indirecta que se genera si México pierde el panel, ya que nos pueden aplicar impuestos punitivos sobre mercancías nacionales.

Típicamente los misiles arancelarios apuntan a objetivos de sectores similares. Contra México lo más común son los cítricos, que apuntalan favores políticos en el mayor productor gringo, el estado de la Florida, otro gran botín electoral. No obstante, los inventarios y la producción naranjera están desplomados por los problemas agronómicos locales, así que sería dispararse en el pie. Así, probablemente veremos impuestos a jitomates y frutillas como fresas y frambuesas, que pueden surtir internamente en este espacio del año.

AMLO sabe que va a perder. No tiene ningún argumento científico. Y ni importa, esto es para fortalecer el armamento político para el ‘24. La resolución del panel se dará hacia finales de marzo del año siguiente, a tiempo para usar la certera derrota como combustible electoral. Esta jugada no saldrá barata, pues importamos al año más de 5 mil millones de dólares en maíz gringo, pero lo que se puede pagar en efectivo– pagando todos los mexicanos– sale barato.