La nave C de la Central de Abastos de Puebla, hacia los rumbos de San Pablo del Monte, está en el corazón de la operación de suministros de nuestra megalópolis. Desde ahí, esta colección de bodegas atestigua diariamente el vaivén de toneladas de víveres, así como de los elementos que nos forman como sociedad.

Como la corrupción y la mala administración pública. Ahí se encuentran las bodegas del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, metidas en un problema de despojo que involucró hasta a la Fiscalía General del Estado por la invasión de conjuntos de personas haciéndose pasar por grupos originarios.

El drama y la precariedad laboral. Pues ahí han muerto personas aplastadas por melones, arrolladas por camiones, desbaratadas por bultos de maíz, o desnucadas al descargar chiles.

O la violencia que azota nuestro país. Como el secuestro, tortura y asesinato de un personal de la Guardia Nacional el viernes pasado.

Tres elementos de la GN, realizando actividades de inteligencia, fueron identificados por un grupo de personas. Esto desembocó en agresiones físicas, donde dos soldados pudieron escapar y uno quedó retenido.

¿Quiénes eran las personas que los atacaron? Las versiones oscilan desde la seguridad privada del lugar hasta uno de los grupos delictivos que operan en la Central. No por nada el centro de abastos está en la carretera que conecta cuatro estados directamente, es un gran centro de distribución para lo que quiera.

En los interiores de la nave C de la Central se realizan actividades como lavar papas y otros tubérculos a presión, para remover la tierrita pues. Ahí, el subagente de investigación Isauro G. fue amarrado, golpeado, y aventado en la batea de una pickup color negro, con un desdén hacia la vida que no se ve ni hacia las papas que ahí también se mueven en bulto.

Todo esto lo sabemos por los videos entregados por la Unión de Empresarios de la Nave C, que han salido a deslindarse del tema en una situación de saber quien pecó más entre matar o agarrarle la pata a la vaca. También sabemos que el cabo del Ejército fue asesinado y aventado en La Resurrección, entre una barranca y el panteón local.

En un año el gobierno del estado ha invertido casi 300 millones en construir y renovar mercados municipales, ganas no faltan. Pero sin una inversión social y de seguridad alrededor de ellos tan solo se dejan espacios más bonitos para el crimen organizado. ¿Imagina algún otro país donde un soldado entra a un mercado y no sale vivo? Si le viene un país a la mente seguro que no querría vivir en él.

Lamentablemente si hoy se le pregunta a un poblano sobre centros de violencia que evitar lo primero que se nombran son mercados. Espacios que por diseño económico deberían de generar riqueza para los productores agropecuarios locales, intercambiando sus bienes con lo urbano. Cada vez más alejados de esta función, y de todos.

Los mercados populares van corriendo hacia el modelo de supers. La misma suerte que vivir en una calle, situación que se volvió insegura y mandó –a quien pudo pagar– a colonias y fraccionamientos que aseguraban un mínimo de condiciones; vivir y comer, lujos cotidianos para los que pueden costeárselos.