Si usted ha tenido la oportunidad de ver la película Oppenheimer, la que trata sobre el desarrollo de la primera arma nuclear, podrá hacer una pequeña trampa. Interpretar con retrospectiva.
Las generaciones que siguieron después de Hiroshima y Nagasaki les tocó vivir, bien como se menciona en la película, en un mundo completamente distinto. Un mundo donde la amenaza de una guerra entre potencias nucleares puede acabar con la vida en el planeta. Un mundo donde una buena advertencia es mejor que una buena agresión. Y un mundo donde el enemigo debe de saberse debajo de la espada de Damocles en todo momento, siempre con la mira encima y varias ojivas nucleares apuntadas.
Esta sempiterna amenaza es el balón nuclear. Como una versión retorcida de una pelota de fútbol, el balón nuclear no se patea en canchas verdes, sino en tableros políticos y estratégicos. El balón nuclear no es más que un control remoto para ordenar ataques termonucleares cuando el presidente de Estados Unidos no se encuentra cerca de un centro de mando. Por si a Corea del Norte se le ocurre ponerse belicoso mientras Biden está en provincia.
Nuestros tiempos nos permiten cohabitar con la versión contemporánea de este maletín, en una presentación tan inofensiva como un personaje de Dora la Exploradora. Una mochila. Para más señales, una mochila de la marca Patagonia y de color azul. Más detalles, para que pueda visualizarlo. Una mochila azul brillante con una computadora Mac adentro.
La Inteligencia Artificial aún no ha alcanzado el mismo nivel de intelecto que la inteligencia humana, ni se le ha dejado acercarse a sistemas críticos como el manejo de misiles, electricidad o lo que se le ocurra. Pero incluso en esta etapa, hemos sido testigos de varios episodios en los que se ha desviado sutilmente de su curso, como si mintiera, ocultara hechos e ignorara preguntas controversiales. El temor en torno a los peligros de la IA es palpable, y con la velocidad a la que avanza su desarrollo, seguirá creciendo de manera imparable. Al comprender las habilidades actuales de la IA —porque apenas hemos arañado la superficie de lo que puede lograr—, no podemos descartar la posibilidad de un apocalipsis mundial desencadenado únicamente por la IA.
Sam Altman es el dueño de la mochila azul, además de ser el creador de la plataforma ChatGPT y su compañía matriz OpenAI. En la computadora dentro de la mochila azul se encuentran los códigos necesarios para destruir los servidores y servicios de una posible inteligencia artificial que puede volverse contra la humanidad.
En este circo global, el balón nuclear no es un simple objeto, es un símbolo de nuestra ambivalencia hacia el poder, la ciencia y la guerra. Y así, entre la ironía y el terror, seguimos inflando este balón maldito, esperando que nunca explote en nuestras manos, pero sabiendo que, en algún rincón oscuro de nuestra psique colectiva, tal vez deseamos verlo estallar para poner fin a nuestro propio juego absurdo.