Acabo de leer "Los centinelas de la humanidad" (Homo Legens, 2020), del filósofo francés Robert Redeker, un libro que realiza un diagnóstico de la sociedad actual: consumista, hedonista, donde las utopías como el antiespecismo y el transhumanismo amenazan al futuro de la humanidad.

El antiespecismo es la oposición a lo que Peter Singer y otros autores llaman "especismo"; es decir, la discriminación a un ser vivo por el sólo hecho de pertenecer a una determinada especie.

Esta corriente de pensamiento defiende el derecho a una igual consideración de todos los seres capaces de sentir dolor. Ellos afirman que no debemos discriminar a los animales en función de su especie, tal como no debemos discriminar a los humanos en función de su raza o sexo. De esta manera comparan el especismo con el racismo. 

El antiespecismo se podría resumir diciendo que para ellos todos los animales son iguales y hay que desacralizar –es decir, quitarle lo sagrado– al ser humano. El ideal del antiespecismo es "liberar" a los animales del gran depredador que es el ser humano.

Robert Redeker, por el contrario, propone dos modelos de ser humano: el héroe y el santo. Lejos de querer igualar a los animales no humanos con los hombres, Redeker nos lleva a identificar un ideal de trascendencia y a trabajar en la vida interior.

"El hombre necesita de héroes y de santos para admirar, para imitar, para ser plenamente hombre, distanciado de las bestias y de las máquinas, lo incluye ese oxímoron de inteligencia artificial".

La ética del toreo es, también, la ética del héroe. El héroe es un hombre que afronta el peligro, que encarna una serie de valores y que actúa obedeciendo a los cánones establecidos.

El torero como héroe va desarrollando una serie de virtudes necesarias para resolver los retos que le representa el toro. El héroe aspira a la excelencia y con su conducta ejemplar cautiva, seduce e inspira.

La tauromaquia y la ética del héroe no se miden por valores cuantitativos. No hay una ecuación que permita calcular el nivel de utilidad o satisfacción.

El héroe se sabe frágil y por eso se vincula con lo sagrado. El torero, como héroe, se libera de un espíritu de servilismo y lucha contra la instrumentalización del ser humano y su reducción a lo utilitario o intercambiable.

En "Los centinelas de la humanidad", Redeker afirma que el declive de la virtud de la valentía y del coraje explican el deterioro de la sociedad.

"El valor –resalta el filósofo francés– es, ante todo, luchar contra uno mismo, Ir contra uno mismo. Contra las propias inclinaciones. Contra los propios deseos. Resistirte a uno mismo. Decirse que no. Decirle no al ego".

El ser vivo capaz de admirar. Las bestias son espontáneamente lo que son. Los animales no se admiran entre ellos, se limitan a seguir sus instintos. Redeker explica que "el ser humano sabe que sólo puede ser él mismo cuando se le exige que se convierta en algo diferente de lo que es".

Por eso admiramos a héroes y a santos, para aspirar a ser más de lo que somos. Así nos resistimos a la deshumanización del hombre que proponen los antiespecistas. 

Los seres humanos, a diferencia de los animales, nos asombramos con actos heroicos, aspirar a ser más de lo que somos, desarrollar virtudes, resaltar cualidades que admiramos.

Para Robert Redeker esto permite diferenciar al filósofo del sofista, lo verdadero de lo falso, lo bello de lo feo, lo adulterado de lo auténtico.

El antiespecismo desdibuja las fronteras entre los animales y los hombres. Los toreros, como héroes que aspiran a ser, nos recuerdan ideales más altos y por eso la tauromaquia es atacada.

Por el contrario, en una sociedad atrapada por el triste hedonismo consumista, como lo afirma Gilles Chátelet, los hombres contemporáneos aspiran a “vivir y pensar como cerdos”.  

Cito a Robert Redeker: "Un discurso ideológico basado falsamente en la ciencia –el argumento de la naturaleza animal del hombre–, o sea, una ración de biologismo, viene a reforzar esta huida de su esencia". Para él, sólo la poesía y el misticismo se han resistido, y en ese ámbito incluimos a la fiesta de los toros. 

"Los centinelas de la humanidad" es un libro profundo, claro y, a pesar del diagnóstico que realiza de la sociedad actual, plantea un ideal esperanzador

. Después de describir al individuo actual como "el zombi contemporáneo", un humano angustiado, derrotado, y devorado por la insignificancia, dice: "¿Y si no todo está perdido? Es la naturaleza del heroísmo y de la santidad acaecer cuando nadie los espera (…) Únicamente ellos no son negadores de humanidad (…) Los santos y los héroes nutren la resistencia contra la deshumanización de la vida".