Tenía que ser en el mismo día del maíz, el 29 de septiembre, en el cruce de Tláloc y San Miguel Arcángel, que la administración federal recibiera uno de los más fuertes golpes a su proyecto de erradicar los organismos mejorados genéticamente e implantar una soberanista visión agraria.

Quiso el destino que ese mismo día, aunque a leguas se vio planeado, que el juez titular del juzgado décimo segundo en materia civil emitiera una resolución en contra a la demanda que mantenía prohibida de manera precautoria los cultivos genéticamente modificados. Particularmente el maíz.

Más de 13 años pasaron desde aquella demanda colectiva inicial. Menos de 3 en que la Suprema Corte puso una medida cautelar. Y apenas algunas horas de la resolución del juez cuando el mismo colectivo demandante ya apelaba la decisión del juez, volviéndola inaplicable.

Vale la pena recordar que esta pelea contra los cultivos transgénicos está a punto de perderse de manera internacional, en el marco del tratado de libre comercio con Canadá y Estados Unidos. Los argumentos que tiene México para estar en contra son endebles científicamente, por lo que puede ir anotando que en marzo del siguiente año vamos a aceptar los transgénicos o una mega multota por ir en contra de lo que se firmó en el TMEC.

Ante esta derrota casi inescapable, el ala más radical de Morena se agrupó para apoyar al presidente con el “Foro Nacional en Defensa del Decreto Presidencial sobre Maíz Transgénico, Glifosato y Transición Agroecológica” desde Los Pinos. Las titulares de Cultura, Medio Ambiente y Conacyt, así como la nueva presidenta del Senado, fueron las más vocales en apoyar.

Los planteamientos de apoyo al maíz mexicano hechos por la 4T suelen ser tan enjundiosos como irreales. Tome el potente discurso del subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), de querer desvincular los precios del maíz de la Bolsa de Chicago. Aquella institución financiera donde se especulan y establecen los precios de docenas de materias primas a nivel global.

El candoroso subsecretario Víctor Suárez Carrera prometió que en tres meses arreglaba eso. Ya sabe, promesas de la misma persona que iba a llevar al país a producir todo el maíz que necesitara. Y desde la milpa.

Resalta que México nunca ha logrado establecer una bolsa agropecuaria o de commodities de materias primas en tiempos modernos. Y por una simple razón. Simple pero complicada de aceptar. México en general no tiene capacidades agropecuarias para establecer precios, producir suficiente para mover mercados, o concentrar volúmenes para ajustar costos; especialmente cuando nos pesamos contra EUA o Canadá. Países como Brasil y Argentina, y hasta Venezuela, tienen bolsas agropecuarias. Sí tienen volúmenes para incidir.

Incluso si le sabe al tema podrá decir que existe MexDer. Pero si le sabe al tema sabrá que es inoperante sin infraestructura.

Es complicado ir contra lo que nos enseñaron desde niños. Ya sea que el maíz sea un regalo divino de Quetzalcóatl, o la materia de la que somos según el Popol Vuh, nuestra relación se ha desgastado con el grano. Hemos cedido el bastón de mando de la innovación que tallaron nuestros ancestros al domesticar el maíz por Tehuacán, para envolvernos en un manto de nacionalismo que nos ciega al potencial del nuestra herencia. Allá nosotros.