En medio de una gran sequía, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), promueve el Día Mundial de la Alimentación 2023, bajo el lema “El agua es vida. El agua nutre. No dejar a nadie atrás”.
Esta celebración tiene el propósito de hacer conciencia sobre el problema alimentario y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Lamentablemente, muy poco se ha logrado porque las políticas en países como México son insuficientes y a la FAO se le hace poco caso.
En 2021, alrededor de 193 millones de personas experimentaron alto grado de inseguridad alimentaria aguda, al grado de necesitar asistencia humanitaria para sobrevivir, mientras que más de 500 mil se enfrentaron a condiciones catastróficas, lo que significa inanición y muerte.
Según la misma fuente, en el mundo más de 820 millones de personas padecen hambre, pero un número mayor tiene problemas de sobrepeso y obesidad. La crisis económica, derivada en un alto grado de la pandemia COVID, ha disparado las cifras de hambruna como no había ocurrido en los últimos 10 años.
De acuerdo con la FAO, desde el año 2000 la cantidad y duración de las sequías ha aumentado 29 por ciento. Actualmente, 2 mil 400 millones de personas viven en países sometidos a estrés hídrico. Asimismo, datos revelan que el 10 por ciento de la población mundial vive en países con estrés hídrico alto y crítico.
En tanto, la agricultura representa el 72 por ciento de las extracciones mundiales de agua y se estima un incremento del 35 por ciento en la demanda de agua para 2050.
Respecto a las aguas residuales del mundo, más del 80 por ciento de ellas se descargan a las cuencas sin ningún tratamiento y, alrededor del 74 por ciento de los desastres naturales, entre 2001 y 2018, están relacionados con el agua y causaron daños económicos por 700 mil millones de dólares (MMDD).
En México, según el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), al 30 de septiembre de 2023, el 78.5 por ciento del territorio nacional se encontró en condiciones de sequía, afectando a mil 939 municipios de los 2 mil 471 existentes, y, en promedio, las presas de uso agrícola se encuentran al 39.7 por ciento de su capacidad de almacenamiento.
Esta situación compromete la producción de granos en 2023, en donde se estima una cosecha de 26.5 millones toneladas de maíz contra 27.5 millones obtenidas en 2022, limita las siembras otoño-invierno 2023/2024, y estima un incremento de importaciones de hasta 22 millones de toneladas para 2024, contra 18 millones toneladas de los años recientes.
A pesar de esta situación catastrófica mundial y nacional sobre el agua y la agricultura, en México se han limitado las inversiones en el sector hídrico, tanto en el abasto como en el tratamiento y/o reúso de las aguas residuales. No hay recursos para recarga de acuíferos, agricultura de conservación, infraestructura hidráulica agrícola, tratamiento de aguas o riego tecnificado.
Los presupuestos nacionales para el campo y el agua se han visto disminuidos en el último sexenio y, las políticas más sobresalientes son producción para el bienestar, fertilizantes y sembrando vida. La austeridad ha restado operatividad a las dependencias y a la atención de las necesidades de productores.
Ante esta situación, está claro que sigue haciendo falta entender que la pirámide productiva nacional agroalimentaria tiene una base de 80 por ciento de productores de autoconsumo, seguida de un 20 por ciento de productores que generan excedentes, y un 5 por ciento que son exportadores, según los estudios de estratificación productiva existentes.
Para el primer grupo, la capacitación y el acompañamiento técnico son fundamentales para lograr cubrir sus necesidades de autoconsumo, además de orientación organizativa y la provisión de servicios técnicos/logísticos como micro financiamiento, preparación de tierras, semillas, siembra de precisión, insumos, crías de especies animales, semen, embriones, servicios de poda e injerto de frutales, plántulas y plantas, fumigación, cosecha, acopio y postcosecha, en lugar de la tentación de dar algún apoyo individual de escaso impacto.
Los otros dos grupos de la pirámide, requieren de apoyos técnicos, gestión de permisos, certificaciones, financiamiento, infraestructura de acopio y procesamiento, sanidad e inocuidad, apoyos a la agroindustria y comercialización en esquemas de atención integral al desarrollo de cadenas productivas y clústeres regionales.
Y, en su totalidad, el sector agroalimentario requiere de contar con agua, suelo y políticas para lograr la seguridad alimentaria sustentable de las familias.
Cualquier otra cosa, solo es palabrería y politiquería.