En las rústicas tierras de las negociaciones internacionales se cierne la última escena de un forcejeo descrito en este espacio desde su incepción: la disputa por el maíz transgénico. Aunque el escenario se asemeja a un pueblo sin ley del viejo oeste, este western se rige bajo la dirección del tratado norteamericano de libre comercio (TMEC).
Los pistoleros han llegado al tiroteo final del panel de controversias con un tirador campeón por bando. El lado –EUA y Canadá– a favor de organismos genéticamente modificados, una visión de comercio libre y respaldados por la mayoría académica, han nombrado a Jean E. Kalicki. Mientras, este ángulo del cuadrilátero llamó a Hugo Perezcano Díaz. Ella vicepresidenta de la Corte de Arbitraje Internacional; él veterano funcionario del gobierno nacional, negociador original del primer tratado de libre comercio.
Dos visiones opuestas chocarán en ese panel, aunque no irán por la libre. El duelo será moderado por Christian Häberli, un suizo experto en comercio internacional y las disputas de organismos genéticamente modificados.
Cuando las nubes de polvo se asientan vemos que del otro lado de la frontera Tío Sam observa con inquietud. Los dólares del maíz, que fluyen hacia el norte por más de cinco mil millones de los verdes al año, peligran ante un escenario donde China desechará su relación comercial para favorecer a Brasil.
La Organización Mundial del Comercio argumenta que al negar uso y comercio de cultivos transgénicos una nación autolimita su productividad y competitividad. Como si el sheriff se quitara una bala del revólver antes de enfrentarse al forajido más temido. El bandido pide que la pelea sea pareja, pues se sabe de fusca mejor entrenada y no quiere que luego digan que ganó a la mala.
Marzo del siguiente año será la puesta del sol para el tiroteo, lo que da tres meses al presidente y oposición para agarrar la resolución y hacerse pedazos políticamente antes de elecciones. Anticipando que vamos a perder –la ciencia no cambiará solo para nosotros– la economía nacional recibiría entre cuatro y veinte mil millones de dólares en multas aduaneras. Valor es tener miedo a la muerte y ensillar de todos modos.
Dos libras de cadera no es cadera…
El nombramiento del Mole de Caderas como Patrimonio Cultural Intangible del Estado de Puebla en días pasados, es un recordatorio de que la cultura no se limita a monumentos o piezas de arte, también reside en la mesa y se esconde tanto en el libro como en el plato.
Sin embargo, esta declaratoria podría caer en la misma jurisprudencia de la Suprema Corte que le terminó quitando a Zacatecas una de sus expresiones culturales, la fiesta de los toros.
En el proceso del nombramiento, allá por junio, la Consejería Jurídica de Cultura decidió remover la palabra matanza, pues “el término suena violento y contrario a lo que se quiere impulsar” … de una expresión cultural con una danza que muchas veces termina con un balazo en la frente del chivo.
Tan solo en los interiores de la hacienda Doña Carlota, donde el gobierno estatal inició la temporada del mole, se da muerte a más de cinco mil caprinos, a veces pasados al cuchillo sin adecuadas técnicas de aturdimiento.
¿El único diputado del Partido Verde Ecologista poblano –Jaime Natale– se atreverá a hacer lo que su contraparte zacatecana y prohibir esta expresión?
En lugar de cuestionar la procedencia de la comida, esta generación se ha resignado a una desconexión. Como si la distancia entre el animal que una vez respiró y el trozo de carne en su plato fuera un abismo que no se desea cruzar.